Por: Sergio O. Saldaña Zorrilla*
Mientras la estatización de la
industria petrolera mexicana en 1938 respondió a una agenda nacional que
aprovechó la coyuntura mundial, su privatización en 2014 respondió a una agenda
extranjera que aprovechó la coyuntura nacional. El Gral. Lázaro Cárdenas sabía
que la riqueza petrolera mexicana era capaz de financiar el desarrollo
económico del país por muchas décadas y había entonces que aprovechar que tanto
los Estados Unidos de América (EUA) como Inglaterra se encontraban ante un
inminente conflicto bélico. Por ello, expropiar los activos de las compañías
estadounidenses e inglesas en México tenía un riesgo inusualmente bajo, pues
estos países difícilmente abrirían otro frente de batalla donde más bien
necesitaban un aliado. El resultado ya todos lo conocemos. Poco se conoce, sin
embargo, de la reciente geopolítica que posibilitó la privatización de nuestras
reservas de petróleo y gas natural[1].
Los EUA ya entraron en un período
de pre-guerra contra China y necesitan asegurar un abastecimiento estable y a
gran escala de hidrocarburos para movilizar tropas y su economía cuando llegue
el momento. Obtener petróleo de Medio Oriente está siendo cada vez más difícil
para ellos y sus días de ocupaciones en Medio Oriente están contados. Ante
ello, México se presenta como su gran abastecedor de cara al futuro, como lo
reconoce el propio reporte “Petróleo, México y el Acuerdo Transfronterizo”, del
Comité de Relaciones Exteriores del Senado de Estados Unidos del 21 de
Diciembre de 2012[2].
Abordemos primero el tema de la posible guerra China-EUA y después el del plan
de los EUA para México.
*
Existe una fricción de, hasta
ahora, baja intensidad entre los EUA y China. El reciente posicionamiento de
China como la primera economía mundial –medido en términos del valor de su
Producto Interno Bruto- ha apresurado el inminente choque entre ambas potencias.
Ese choque fue anticipado por Samuel P. Huntington en 1993 en su obra El Choque de Civilizaciones (The Clash of Civilizations).
En el Choque de Civilizaciones, Huntington señala una creciente tendencia
a la regionalización del planeta; regionalización explicada en buena medida por
la religión, la cercanía cultural y la cohesión histórica. Al respecto,
Huntington identifica siete civilizaciones básicas: Occidental (Europa
Occidental y Central, EUA, Canadá y Oceanía), Latinoamérica, Ortodoxa (Europa
Oriental y la mayor parte de Rusia), el mundo Oriental (budistas, hindús,
chinos y japoneses), el mundo Musulmán y el África Sub-Sahariana.
De acuerdo a las tesis de
Huntington, el desarrollo de las siguientes tres décadas (1990’s, 2000’s y
2010’s) se caracterizaría por un acercamiento entre China y el mundo musulmán,
en particular con Irán y Paquistán con el fin de aumentar su posicionamiento global
por medio de enclaves. Por su parte, Rusia se iría acercando a Occidente –aún a
pesar de eventuales roses por Ucrania y de sus inciertas relaciones con Irán por
mantener la paz en el Cáucaso y asegurar el transporte de hidrocarburos. También
la India se iría acercando a los EUA, especialmente debido al conflicto entre
India y Paquistán por Cachemira, conflicto que va a predominar por encima del resentimiento
de India hacia Occidente por los siglos de dominio –predominantemente-
británico. Todo ello está teniendo lugar.
Siguiendo con las tesis de
Huntington, durante la presente década China haría una petición internacional
para que los EUA retiren sus bases militares de las Filipinas y Taiwán, con lo
que China recuperaría la soberanía del Mar de la China Meridional,
convirtiéndose con ello en una amenaza latente para eventualmente posicionarse
en todo el Sureste Asiático y de ahí quedar de frente a la India.
Ante lo anterior, los EUA no
podrían oponerse, puesto que la moneda de cambio de los chinos sería la actual
deuda del gobierno de los EUA, puesto que desde hace más de una década el
gobierno chino es el principal tenedor de los bonos de la Reserva de los EUA,
por lo que, de negarse los EUA a retirar sus bases, China podría exigir el
cobro al unísono de toda esa deuda y con ello desatar la peor crisis económica en
la historia de los EUA y de las economías más ligadas a ella.
Alrededor del año 2024, siguiendo
nuevamente a Huntington, se realizarían las primeras provocaciones armadas
chinas por medio de hostilidades en el Tíbet y/o de una eventual incursión en
Vietnam. Con ello, los EUA finalmente atacarían a China y daría así inicio una
guerra entre China y los EUA –de posible escalada a Guerra Mundial.
Los preparativos ante ello ya son
notables. Un número especial del semanario inglés The Economist dedicado a la India[3]
hace una reiterada persuasión a dicho país para que fortalezca sus sistemas de
defensa militar y naval, haciendo interesantes comparativos de posiciones
indias frente a chinas, poniendo repetidamente el acento en la necesidad de que
la India se incline abiertamente por Occidente, aumente su gasto militar así
como mejore sus representaciones
internacionales (EUA necesita, pues, un aliado fuerte en el corazón de Asia en
caso del latente estallido).
Por su parte, China estrecha cada
vez más sus lazos con el mundo árabe y sub-sahariano, lo cual es notable en el
rampante ascenso de intercambios entre científicos nucleares iranís y chinos
así como por la creciente cooperación militar de China con países africanos[4].
El creciente posicionamiento del Estado Islámico y de grupos opuestos a los
intereses de Washington en el mundo árabe –muy probablemente financiados desde
Beijing- apuntan en la dirección de que los días de las ocupaciones de las
fuerzas aliadas a los EUA están contados.
En el caso de Latinoamérica, los
EUA están iniciando un proceso de creciente acercamiento con,
predominantemente, México y Brasil a fin de asegurarlos como aliados, puesto
que ambas naciones son los líderes de la región latinoamericana. Aún cuando
Brasil se ha adherido al bloque de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica),
la eventual adhesión de Rusia e India (y muy probablemente también Sudáfrica) a
los EUA así como la aún alta participación de capitales estadounidenses en la economía
brasileña forzará a Brasil a, al menos, no aliarse a China contra los EUA. El
caso de México es aún más simple en términos de alianzas, pues para cuando el
conflicto China-EUA haya escalado, difícilmente México habrá reducido su
dependencia económica de los EUA (especialmente en materia de inversiones y del
mercado laboral). Por ello una eventual alianza militar México-China sería aún
remota para entonces.
**
El mencionado Reporte “Petróleo,
México y el Acuerdo Transfronterizo”, del Senado de los EUA fue integrado por
el Senador Richard Lugar derivado de reuniones con el equipo del Presidente
Enrique Peña Nieto, líderes del Congreso Mexicano, funcionarios de Petróleos de
México (PEMEX), de la Comisión Nacional de Hidrocarburos (CNH), de la embajada
mexicana en Washington, representantes de la industria estadounidense y
académicos; Fue presentado al senado estadounidense por el entonces Senador
John Kerry, entonces presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado
y actual Secretario de Estado de los EUA. En ese informe se pone de manifiesto
el interés de Washington por la implementación de una reforma energética en
México que garantice el abastecimiento de petróleo de México a los EUA, resaltando
que para ello cuentan con la voluntad del entonces equipo entrante del gobierno
mexicano de Enrique Peña Nieto. El informe también hace hincapié en que sólo compañías
internacionales registradas ante la Comisión de Valores y Cambios de los EUA (U.S. Securities and Exchange Commission)
deben encargarse de la extracción de petróleo y gas en México a fin de
garantizar la propiedad de los EUA sobre esos hidrocarburos. Con esa
compatibilidad y prisa fue aprobada por el Senado de la Republica Mexicana la
Reforma Energética el pasado 11 de agosto.
***
Así, desde el 11 de agosto de
2014, el petróleo y gas natural del subsuelo mexicano ha dejado de representar
un activo para el financiamiento de nuestro desarrollo y se ha convertido en insumo
disponible para la economía de los EUA –y para una eventual guerra. Aún cuando
podemos reconocer que existe una tremenda asimetría entre México y los EUA tal que
permite explicarnos por qué los planes de ellos se han impuesto sobre los
nuestros, también debemos señalar que el gobierno mexicano tenía el deber de oponerse
a ese plan pues el saldo neto para México es negativo. Cada gobierno tiene el
derecho (y el deber) de actuar para conseguirle a su pueblo los mayores
beneficios posibles. Eso es lo que están haciendo los EUA; no podemos culparlos
del todo por eso. Sí debemos, no obstante, culpar al gobierno mexicano por no
hacer lo mismo. Debemos señalar el fracaso del gobierno mexicano en el
cumplimiento de su deber por defender a su pueblo ante el intento de intereses
extranjeros por disponer de nuestros recursos. El gobierno mexicano pudo
oponerse de muchas formas pero no lo hizo de ninguna manera. Si hay un
beneficio a cambio, ese no es para el país, pues de haberlo se nos habría
publicitado.
A quienes piensan que pudo haber
habido una amenaza de guerra de los EUA hacia México si este último se rehusaba
a semejante reforma energética, les digo que de ser así, el asunto bien pudo
haberse llevado ante Naciones Unidas; Haciéndose uso del Servicio Exterior
Mexicano, bien se hubiera librado una intensa batalla diplomática global. Pero
no fue así. Por ello deduzco que los beneficios de semejante entrega de la
riqueza petrolera tienen como destino bolsillos de particulares mexicanos. Así,
la deslegitimación del Estado mexicano es ahora absoluta, pues ya no sólo
incumple con el uso del poder público para procurar justicia y garantizar
seguridad pública al Pueblo, sino también ha dispuesto de los bienes de la
Nación defraudándola. Los tiempos difíciles al interior de México recién
comienzan.
La estrategia demócrata de
Washington por asegurar su abastecimiento de petróleo desde México está
fracasando porque hicieron el trato con un gobierno mexicano que hoy se está
cayendo en pedazos. El apresuramiento de los EUA, lejos de “garantizar la seguridad energética de Norteamérica”, como reiteradamente
lo presume el mencionado reporte del senado de los EUA, más bien está
alimentando la inestabilidad política y la incertidumbre en la región.
Mientras
México debe derogar las recientes reformas constitucionales en materia
energética y sus respectivas leyes secundarias y reanudar su transición
democrática, los EUA deben elaborar un nuevo plan de abastecimiento energético
que comprenda la compra de petróleo mexicano producido por PEMEX en los
volúmenes acordes a nuestros intereses.
* Doctor en
Ciencias Económicas y Sociales por la Universidad de Economía de Viena
(WU-Wien), en Austria, ex-funcionario de la ONU (CEPAL) y miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI)
del CONACYT. Twitter: @SergioSaldanaZ
[1]
Colección de sietes: hoy se cumplen 77 años de la nacionalización de la
industria petrolera mexicana; hace 7 meses y 7 días se volvió a abrir al
capital extranjero.
[2]
112th Congress (2012). Oil, Mexico and The Transboundary Agreement: a
Minority Staff Report. Committee on Foreign Relations. 21 de Diciembre de 2012. 33 pp.
Washington, DC.
Puede consultarse este
reporte en la página web del Senado de los EUA: http://www.foreign.senate.gov/imo/media/doc/77567.pdf
[3] The Economist (2013). “Can India become a great power?” 30 de Marzo,
2013.
[4] Cordesman, Anthony (2013). Red
Lines, Deadlines, and Thinking the Unthinkable: India, Pakistan, Iran, North
Korea, and China. Center for Strategic and International Studies.
Washington, DC