17 de agosto de 2009

El bien y el mal (3a parte): Latinoamérica, EUA y Oriente

Los conflictos actuales entre algunos países latinoamericanos tienen sus orígenes, en algunos casos, en confrontaciones irresueltas que la región viene arrastrando desde siglos, así como en sucesos más recientes. Conflictos como el Colombia-Venezuela, Colombia-Ecuador, Bolivia-Perú, entre otros, responden más al posicionamiento geopolítico del bloque La Habana-Caracas-La Paz-Quito-Managua. Si bien las no pocas guerras entre países latinoamericanos han dejado algunos resentimientos y fantasmas, hasta ahora el diálogo cultural ha permitido que esos fantasmas vayan perdiendo presencia y por tanto influencia en la psicología colectiva. Sólo subsiste, si acaso, cierto reproche histórico hacia Brasil, Argentina y Uruguay de parte de los paraguayos por aquella invasión en el S. XIX, a Chile por parte de peruanos y bolivianos por los territorios de Arica y Antofagasta perdidos en la Guerra del Pacífico, entre otros.

Abordar la formación del bloque antes mencionado nos exige remontarnos a la prolongada lucha entre conservadores y liberales de la América Latina del S. XIX, misma que desintegró tanto a sus sociedades que abrió la puerta a intervencionismos extranjeros. Así, los Estados Unidos se hicieron de la mitad del territorio mexicano en 1848; Francia ocupa México entre 1864 y 1867; Estados Unidos gana la guerra hispano-americana en 1898, poniendo a Cuba, Puerto Rico y la República Dominicana bajo su dependencia; a lo largo del siglo XX los EUA además financian la contra-guerrilla en Centroamérica, apoya dictaduras militares en el resto de Latinoamérica y promueve el bloqueo a Cuba. Ese marcado intervencionismo de los EUA en Latinoamérica ha contribuido a incrementar la polarización interna en estos países. A pesar de todo esto, la oposición a Estados Unidos en la región, con la excepción de Cuba y Venezuela, se había reducido a más bien un llamado al fortalecimiento del multilateralismo, muy distante de la confrontación.

La oposición y crítica de Cuba a Estados Unidos son más bien simbólicas por la poca amenaza militar que representa la isla. La adhesión del gobierno de Venezuela a esa postura le ha resultado benéfica tanto para sostener su popularidad interior, como para ganar un asiento más cercano al escenario geopolítico. Sin embargo, lo comprometido del capital venezolano con el estadounidense parece ser un impedimento para que las protestas de Caracas contra el gobierno de los EUA vayan más allá. Conforme Hugo Chávez va ganando más gobiernos aliados en la región, su tono se ha endurecido no contra los EUA, sino contra los gobiernos aliados de este último.
En el fondo, el bloque La Habana-Caracas-La Paz-Quito-Managua sabe que para confrontar realmente a los EUA necesitaría formar un bloque de países con capacidad nuclear, de lo que ningún país de la región tiene siquiera perfil. Por ello ha recurrido a Irán. Irán, por su parte, dista aún mucho de formar un bloque de países musulmanes para tal fin. Históricamente, el país persa no ha terminado nunca de embonar dentro de los países islámicos –no hablar árabe como ellos se los ha impedido en buena medida. Por su parte, los EUA saben que, una vez controlada la situación en Irak y Afganistán, pueden iniciar una nueva era de paz y cooperación con el mundo islámico. El futuro frente de batalla de los EUA no se encuentra entonces en esos países, sino en China y sus potenciales aliados.

La interrogante de largo plazo en los países latinoamericanos consiste entonces en evaluar la conveniencia de adherirse i) a uno (EUA y occidente), o; ii) al otro bloque (China), o; iii) divididos -como hasta ahora- entre ambos bloques, o; iv) formar un bloque autónomo.

10 de agosto de 2009

El bien y el mal (2a. parte): Intención vs. Resultados

De entre las muy diversas formas de izquierda de América Latina, unas pocas han llegado al poder presidencial, todas ellas convencidas de que sólo ellas pueden mejorar las condiciones de vida de las mayorías de sus respectivos países.

En Argentina ha continuado una izquierda, que aunque con un discurso muy interesante, ha demostrado lograr poca efectividad en materia de política económica. La poca profesionalización de su aparato público podría ser un buen factor explicativo.

En Brasil, la izquierda de Lula, que aunque prometía cambios más profundos y resultados más sólidos que los gobiernos precedentes en materia económica y social dado su corte laborista, no ha sido capaz incluso de modificar la esencia liberalizadora de la política económica dejada por Fernando Henrique Cardoso.

En Venezuela, el gobierno de Hugo Chávez tampoco ha logrado reestructurar la economía nacional hacia la mayor solidez y diversificación industrial prometidas; por el contrario, ha aumentado la dependencia económica del petróleo y se ha desbordado el gasto público corriente. De esa forma, la actual tendencia a la baja de los precios internacionales del petróleo combinado con la debilidad de los sectores económicos no-petroleros está presionando crecientemente su déficit público.

En Bolivia, la lucha del movimiento indigenista de Evo Morales, que debiera ser ante todo una lucha por la eficiencia económica, tampoco ha logrado grandes avances estructurales; más allá de bonos a los pobres y de la intención de revalorización de lo autóctono, parece ser que no logran aún implementar medidas más pragmáticas de política económica. Empantanados en un discurso contra el capital transnacional –pero contradictoriamente financiado por fondos externos-, han cerrado la puerta incluso a acuerdos comerciales preferenciales. Tal es el caso del sistema preferencial ATPDEA entre los EUA y los países andinos, por medio del cual los EUA permite la importación de manufacturas de estos países a cambio de que reduzcan la producción de cocaína. Este sistema preferencial había ayudado a generar miles de empleos en, sobre todo, las regiones productoras de textiles de alpaca y lana, predominantemente indígenas.
Sin embargo, desde fines de 2008 Bolivia abandonó el ATPDEA debido, en buena medida, a su intención de adoptar una posición respecto de los EUA similar a la venezolana. Ello, no obstante, provocó la bancarrota de un gran número de plantas exportadoras de textiles. Así, lejos de fortalecer la dignidad de este país, esta decisión ha dejado en el desempleo a predominantemente pobladores de zonas indígenas. En compensación por esta tragedia de los buenos, el gobierno de Chávez ha ofrecido desgravar las importaciones de esos productos bolivianos en el mercado venezolano. Sin embargo, prácticamente nulas han sido las compras de esos sweaters de alpaca y gruesa lana en una Venezuela de temperaturas tropicales.

3 de agosto de 2009

El bien y el mal (1a. parte): El diablo y Dios

La subjetividad del bien y del mal es filosófica y narrativamente abordada en la obra El diablo y Dios de Jean-Paul Sartre (Le Diable et le Bon Dieu, 1951). El relato se sitúa en el Worms de la víspera de la reforma protestante en Rheinland-Pfalz y Baden-Würtenberg.

En un primer momento analítico, la obra enfatiza la maldad del general Götz, el diablo personificado y quien abiertamente se declara enemigo de Dios. Ello queda aún más claro al traicionar a su hermano en la guerra y al ahora pretender tomar Worms sólo para disfrutar de su destrucción. En contraparte, el bueno del relato hasta este punto es el orden establecido, a cuyo mando están la nobleza y el clero locales.


En un segundo momento, se evidencia la maldad del obispo de Worms y la injusticia del sistema feudal sobre el pueblo. En ese plano, Götz se convertiría, al menos temporalmente, incluso en un libertador.

En un tercer momento surge el personaje de Nasty, un líder popular que decide encabezar la lucha tanto contra Götz como contra el catolicismo (abriendo la puerta al protestantismo) y la nobleza (abriendo la puerta a una especie de vida en comuna). Este líder es percibido hasta este punto como el nuevo personaje bueno. Sin embargo, esa percepción cambia cuando se advierte que esa lucha se perdería fácilmente y que resultaría algo menos costoso en términos de vidas humanas la rendición anticipada ante Götz. Repentinamente Götz cambia sus planes y decide tomar pacíficamente la ciudad y liberar a todos sus habitantes del yugo feudal.

Sin embargo, este acto de bondad se transforma en uno de maldad puesto que los demás reinos vecinos, por temor a la propagación de la libertad, se propondrán pronto iniciar el asedio del nuevo - e idílico- Worms, causando aún más muerte y con el riesgo de incluso volver trágicamente al mismo punto de partida. Con esta obra, Sartre parece intentar escenificar el preludio del primer triunfo del primer bastión luterano opositor al emperador Karl V, en el cual, a la distancia, nos hace interpretar este derramamiento de sangre como el acto refundacionista de una sociedad más igualitaria.



Mientras ese ideal se alcanza, el bien y el mal se alternan dependiendo de la posición relativa de los actores en el relato. Todos los personajes, excepto Götz al inicio de la obra, están convencidos de estar haciendo el mayor bien posible dada la realidad en que se desenvuelven. Esta obra tiene un matiz de tragedia griega, pues en ella tampoco hay ni buenos ni malos, sino sólo fatalidades que confrontan entre sí a personajes que, buscando actuar benévolamente, terminan por obrar letalmente. La tragedia consiste entonces en el hecho de que de esta confrontación hay un ganador que es bueno así como un perdedor que resulta ser igualmente bueno. Si uno de los personajes fuera abiertamente bueno y triunfara sobre el malvado, ello no sería trágico, sino un llano relato épico. En estos casos estamos entonces ante la tragedia de los buenos.

Desde el S. XIX, los países latinoamericanos han servido de escenario natural para un gran número de tragedias de los buenos...