25 de noviembre de 2015

LA MISERABLE NEGOCIACIÓN MEXICANA DEL ACUERDO TRANSPACÍFICO (TPP)



Por: Sergio O. Saldaña Zorrilla

Si un país desea controlar a otro, basta con regularle el suministro de alimentos. Durante los últimos veinte años, los Estados Unidos de América (EUA) han controlado precios y volúmenes del producto base de nuestra alimentación: el maíz. Tan sólo durante el primer trimestre del año en curso, las importaciones de maíz procedentes de los EUA han rebasado los 1,100 millones de dólares. El riesgo de ello es que si los EUA toman la decisión de prohibir la exportación de maíz a México, México enfrentaría en el corto plazo una escasez de maíz y sus derivados. 

Aunque en el mediano plazo la economía mexicana pueda resolver dicha escasez, en el corto plazo es poco probable que México enfrente exitosamente las rigideces de la oferta de Maíz (ya sea por medio de encontrar otro país de dónde importar rápidamente maíz o por medio de rehabilitar tierras para su cultivo). Al ser el maíz un ingrediente tan crucial en la dieta del mexicano, dicha escasez podría crear una espiral inflacionaria y desencadenar una serie de problemas económicos para el país, en especial para los menos favorecidos. Por ello, la política alimentaria de cualquier gobierno que se respete es un asunto de seguridad nacional. No así en México.


El saldo de la balanza comercial agropecuaria de México es cada vez más negativo, como puede apreciarse en el gráfico. Ese saldo negativo a través de los años que lleva en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y nuestra creciente apertura a otros países nos deja al descubierto tres hechos:

  1. La creciente dependencia alimentaria de México;
  2. La falta de interés de los gobiernos mexicanos de los últimos treinta años para defender nuestra soberanía, en este caso la alimentaria, hoy ha llegado ya a niveles sospechosos de traición; 
  3. La incapacidad de las organizaciones campesinas para defenderse, mezcla de corrupción e ignorancia de la mayoría de sus líderes así como por la falta de valor del campesinado para hacer algo al respecto.

El 5 de octubre de 2015 México ingresó formalmente al Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (conocido como TPP por sus siglas en inglés: Trans-Pacific Partnership), acuerdo que no hará más que ahondar nuestra fragilidad comercial y darle el tiro de gracia al campesinado mexicano. El TPP es un acuerdo de libre comercio entre doce países: Australia, Brunei, Canadá, Chile, EUA, Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam. Oficialmente, este Acuerdo plantea rebajar barreras comerciales, establecer un marco común de propiedad intelectual así como reforzar estándares laborales y ambientales.

Sin embargo, en la práctica, este Acuerdo es, a todas luces, una jugada geopolítica de los EUA para, en un primer momento, enfrentar comercialmente a China; en un segundo momento servirá muy probablemente para enfrentarlo militarmente. Si se observa la distribución geográfica de los doce miembros de este acuerdo, se notará que estos países forman un cordón que rodea a China (ver mapa abajo). Este acuerdo inicialmente atará a estas doce economías a la de los EUA. Con ello, los EUA contralarán –como lo hacen ya con México, Canadá, Perú y Chile- las economías, sistemas políticos y relaciones exteriores de todos estos países. 
 

El sector económico más vulnerable de México frente al TPP es el agropecuario, pues países como Australia y Nueva Zelanda tienen ventajas competitivas muy fuertes sobre nosotros: i) son potencias agropecuarias mundiales; ii) cuentan con puertos muy superiores a los nuestros, por lo que, como sucedió con el Tratado de Libre Comercio entre México y la Unión Europea, ellos exportarán mucho a México pero México no dispondrá de la logística portuaria para responder en proporción. 

Nuestra desventaja para competir comercialmente con países no-limítrofes, como ha sido el caso de China y la Unión Europea, consiste básicamente en el subdesarrollo portuario mexicano. Así, mientras sólo el 19% de nuestras exportaciones se realizan por vía marítima, el 33% de nuestras importaciones ingresan al país por esa vía, lo cual demuestra que ahí tenemos una importante fragilidad estructural para competir comercialmente.
Similar a lo sucedido en 2013 y 2014 con la Reforma Energética:

  • La firma de México al TPP no nos fue consultado ni al pueblo ni a expertos en materia comercial;
  • El gobierno no dispone de análisis económico de posibles escenarios de impactos;
  • El diseño y reglas de este acuerdo fueron impuestas por el gobierno de los EUA, con una sumisión realmente cobarde por parte del actual gobierno mexicano.

México debe recurrir al proteccionismo de su economía y hacer sólo una apertura selectiva y estratégica. No podemos aceptar la validez de este Acuerdo debido a la secrecía con que se ha manejado su preparación y firma. No podemos firmar acuerdos en los que, como el TPP, los beneficiados no somos nosotros los consumidores, sino las grandes empresas amigas de Washington. No podemos aceptar un acuerdo en el que la mayoría de los mexicanos perdemos.

México debe salirse del TLCAN y del TPP. México no necesita a los EUA. Son los EUA los que necesitan a México. La economía mexicana está diversificada, podemos sostenernos perfectamente sin la necesidad del actual intercambio desventajoso que estos acuerdos implican. Los defensores de los aparentes logros del TLCAN, que siempre son gente sin una preparación sólida en ciencias económicas, suelen argumentar que gracias al TLCAN ya somos una potencia exportadora y que tenemos un superávit comercial gigante con los EUA. A ellos les contesto, nuevamente, que el saldo positivo de nuestra Balanza Comercial con los EUA es sólo un espejismo contable, en el cual nuestras exportaciones hacia ese país están infladas por las importaciones de insumos para el ensamble de mercancías, pero cuyo valor agregado nacional neto exportado es insignificante. Finalmente, México debe mantenerse fuera del conflicto entre EUA y China y dejar de jugarle –junto con Chile, Perú y Colombia- al Caballo de Troya de los intereses americanos en América Latina.

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Twitter: @SergioSaldanaZ

18 de noviembre de 2015

Vialidades inviables en la Ciudad de México


(Reproducido de mi columna en Sin Embargo del 17 octubre 2015)

En la Ciudad de México, tanto el parque vehicular como las vialidades por donde circulan son disfuncionales, ineficientes y caras. Por ello, se requiere invertir en vías de transporte subterráneo de calidad. De acuerdo a estimaciones propias con un equipo de investigadores del International Institute for Applied Systems Analysis (IIASA) basadas en simple análisis costo-beneficio, la red del metro de la Ciudad de México necesita al menos duplicarse para reducir la actual presión por transporte, así como al menos triplicarse para absorber el crecimiento poblacional de los próximos diez años. 

Las vialidades, tanto para el transporte público como particular, son insuficientes para el flujo del actual parque vehicular, el cual sigue creciendo a tasas superiores al cinco por ciento anual mientras la construcción de vialidades no supera el uno por ciento anual. Por ello, la ciudad tiende inequívocamente hacia una cada vez mayor parálisis de transporte. La solución del problema está en el transporte público subterráneo complementado con ejes viales subterráneos.

Contrario a la creencia popular de que la Ciudad de México posee una enorme red del metro, esta red es muy pequeña si se le compara con su población. Esta ciudad además carece de una red de trenes suburbanos como extensión de la red del metro para interconectar todo el sistema de transporte colectivo. Por ello la línea del tren suburbano Buenavista-Lechería debe replicarse a gran escala.

En vista del actual hacinamiento urbano de la Ciudad de México, el subsuelo debe aprovecharse como vía de comunicación. Entendamos de una vez por todas que ya no queda espacio superficial para construir más líneas de metrobús ni de más metro superficial ni elevado. Al quitar carriles a las avenidas para hacer carriles exclusivos de metrobús están estrangulando más el de por sí denso tránsito vehicular.

En lo relativo al transporte particular, volteemos la vista a las autopistas subterráneas de ciudades como Santiago, Chile y Viena, Austria. Yo viví varios años en esas ciudades y pude disfrutar de un tráfico muy fluido gracias a que los gobiernos de esas ciudades saben planear. Se trata de mega obras que requieren financiamientos muy complejos por lo elevado de sus costos, pero, en un análisis costo-beneficio, su beneficio socioeconómico neto es altísimo y con un retorno muy rápido debido al elevado ingreso marginal que generan para la economía.
 Foto: Autopista urbana subterránea Costanera Norte, Santiago de Chile

Por ejemplo, el actual costo de transporte para todos los habitantes de la Ciudad de México alcanza los 500 mil millones de pesos anuales. Esta suma de costos, sin embargo, es abatible en más del sesenta por ciento si los habitantes de esta ciudad dispusieran de un transporte público de calidad, tal que les permitiera reemplazar el automóvil. Así, ese ahorro de dinero y de tiempo ganado por los habitantes les elevaría enormemente su nivel de bienestar, así como dispondrían de recursos que bien podrían invertir más eficientemente en abrir algún negocio y generar con ello más empleos, trazando así un círculo virtuoso de ahorro-crecimiento económico-bienestar.

A quienes suelen objetar que la construcción de túneles es compleja por lo cavernoso, acuoso y sísmico de la zona, les contesto que entonces ¿cómo se construyeron  tantos kilómetros de metro subterráneo en los años 1960's y 1970's? ¿O es que alienígenas ancestrales descendieron a ayudarnos? No, no hay pretextos, y menos hoy en día que la tecnología está aún más desarrollada para hacer esas megaobras en menos tiempo y con mayores medidas de seguridad. Lo que hoy ha faltado es visión de Estado.

Otra de las virtudes del metro es que, a diferencia de microbuses y gran parte de los autobuses, su propiedad y operación es de carácter público, por lo que puede mantener un control más directo para tomar decisiones. Mientras las grandes ciudades del mundo han articulado una red única, gubernamental y centralizada de transporte público con el fin de regular óptimamente su operación, en las ciudades mexicanas gran parte del servicio –otrora también centralizado en el DF- se ha concesionado a particulares. El concesionar el transporte público a particulares ha sido muy rentable para las autoridades de las entidades federativas, pues la emisión de los permisos correspondientes ha enriquecido a muchos políticos corruptos. La ciudadanía, en cambio, ha tenido que pagar el precio en términos de mala calidad del servicio así como la propia autoridad se ha ido volviendo incompetente de resolver casi cualquier ineficiencia del transporte público como consecuencia de la pérdida de control derivada de la concesión desmedida.
Gran parte de la conflictiva cotidiana de esta ciudad se debe a la tensión de conducir un vehículo, misma que representa no sólo un desperdicio enorme de energía humana y fósil (y de dinero), sino que es también fuente de una serie de padecimientos neurológicos y de bajo rendimiento laboral. Todo esto en conjunto, lamentablemente, conduce a la actual baja calidad de vida y estancada productividad económica en que se encuentra la ciudad. Solucionémoslo.

13 de noviembre de 2015

10 razones por las que la economía mexicana no crece


En términos reales, la economía mexicana no ha crecido en los últimos 40 años; Y seguirá sin crecer mientras estén las mismas personas a cargo de nuestras instituciones públicas tomando las mismas decisiones de los últimos 40 años. A continuación explico un poco más al respecto simplificándolo en 10 razones:

1. Progreso técnico. Veamos primero el largo plazo. Los modelos económicos de crecimiento endógeno tienen dos determinantes de crecimiento de largo plazo: el progreso técnico (K) y el crecimiento demográfico (L). El progreso técnico está en función de la cobertura de la educación de calidad. En México la educación de calidad es escasa principalmente porque: i) tanto por razones gubernamentales como sindicales, la oferta de educación pública de calidad es cada vez más limitada como proporción de la población existente y; ii) el gobierno mexicano delega la educación pública excesivamente y con poca regulación a colegios, universidades y demás instituciones particulares que en su mayoría son de muy baja calidad. La educación es un área estratégica para cualquier país. Sin embargo, en México la educación va a la deriva.

2. Crecimiento demográfico. Al igual que el punto anterior, el crecimiento demográfico es un determinante para el crecimiento de largo plazo, pues el aumento poblacional presiona al alza la demanda de bienes y servicios (al aumentar el número de consumidores) y también aumenta la oferta (al engrosar las filas de trabajadores). El crecimiento de la población mexicana se ha desacelerado fuertemente desde los años 1990’s. Sin embargo, dado que el sistema educativo mexicano hoy se encuentra colapsado, estimular crecimiento demográfico sería irresponsable, pues un incremento poblacional se traduciría en una multiplicación de los actuales problemas económicos. Antes debe resolverse el problema educativo.

3. Energía. Toda economía necesita energía para funcionar. En tanto las fuentes alternativas de energía no sean comercialmente asequibles, los hidrocarburos seguirán siendo el insumo energético básico para la industria nacional. Por ello, al igual que los dos puntos anteriores, este sector es estratégico para todo Estado. En el caso de México, sin embargo, la reciente reforma energética aprobada en 2014 entregó nuestra política energética a los Estados Unidos de América (EUA), por lo que hoy México no dispone de esta herramienta para planear su crecimiento. Por ello, México debe derogar lo antes posible la reforma energética.

4. Banca. Desde hace al menos tres décadas, el papel de las autoridades económicas mexicanas se reduce al de un simple empleado bancario más. Si bien es cierto que en el largo plazo todas las tasas de interés se encuentran fuera del control de cualquier banco central (incluso de la Fed), en el corto plazo las autoridades económicas siempre deben hacer una programación financiera eficiente. Por ejemplo, deben inducir un alza en las tasas de interés cuando la economía comienza a calentarse y bajarlas cuando esta se enfría para mantener así la estabilidad con crecimiento. Sin embargo, el Banco de México ha renunciado a regular las tasas de interés; regular las tasas de interés es, desde hace décadas, una decisión que se han atribuido para sí los dueños de los bancos; decisión en la que las tasas de interés son siempre altas si pides un crédito pero son siempre bajas si ahorras o “inviertes”. Nuevamente, el Estado ausente nos sigue costando dinero.

5. Comercio exterior. El comercio exterior depende principalmente de la planta productiva nacional existente y de la eficiencia del transporte. El tipo de transporte más eficiente, esto es, el que representa los costos más bajos medido por kilómetro/tonelada, es el marítimo. Por eso no hay gran economía sin grandes puertos. En el caso mexicano, sin embargo, no se ha querido aumentar la escala de inversión en nuestros puertos ni se han querido desmantelar las mafias que controlan la entrada y salida de productos por esta vía.

6. Autosuficiencia alimentaria. Un país que depende de otro para comer, depende enteramente de él y está obligado a obedecerle. La apertura a las importaciones agropecuarias que inició con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) de 1994 ha quebrado a la mayoría de unidades agropecuarias del país (principalmente por el excesivo subsidio y dumping agropecuario con el que los EUA nos juegan sucio). Ello ha: i) disparado la pobreza y; ii) nos ha hecho dependientes de los EUA. Mientras no renegociemos el capítulo agropecuario del TLCAN, los EUA tienen en su poder la llave del suministro de nuestra alimentación. México debe salirse del TLCAN. Si bien es cierto que el TLCAN nos trae algunos beneficios, como los ingresos por maquila, etc.,  los costos que tenemos que pagar son mayores, por lo que el beneficio neto para México es negativo.

7. Estado de derecho. En México el estado de derecho es selectivo, ocasional y regional. Es selectivo porque no aplica por igual a todos los mexicanos; es ocasional porque no es permanente en el tiempo y; es regional porque en la práctica hay (vastas) zonas de exclusión de la aplicación de las leyes –especialmente en las zonas gobernadas por el crimen organizado. Esto inhibe la creación de nuevas empresas y la expansión de las existentes. Contrario a la errónea creencia popular sobre las bondades económicas del dinero derivado del crimen, el más elemental análisis costo-beneficio nos arroja abrumadores resultados negativos sobre su efecto inhibidor del crecimiento económico.

8. Transporte público. La ineficiencia del transporte público en México representa una gran fuga de riqueza nacional. Mientras la calidad del transporte público siga siendo baja, seguirá estimulándose la compra de más autos, con lo que el colapso vial seguirá aumentando y el costo diario de transporte por ciudadano seguirá disparándose. En lugar de invertir en más pavimento, debe invertirse en más y mejor transporte público. Una posible solución sería centralizar todo el sistema de transporte colectivo en empresas públicas de los ayuntamientos. Esto implica reemplazar los denigrantes microbuses y combis por autobuses eléctricos así como triplicar la actual red del metro de las ciudades de México, Guadalajara y Monterrey a la vez de inaugurar líneas de metro en al menos Puebla, Tijuana, León y Morelia.

9. Recursos naturales. México es de los países que más desperdician sus recursos naturales. Por ejemplo, debe construirse un sistema de canales navegables en el sureste del país. Esto incluye un canal transoceánico a través de Chiapas y Tabasco usando las corrientes del Río Mezcalapa-Grijalva y del río Pijijiapan. Con esto se regularán los flujos de estos ríos para evitar inundaciones, se aumentará la disponibilidad de riego agrícola, la generación de energía hidroeléctrica, se abatirán costos de transporte y se generarán divisas para el país a perpetuidad por el tránsito mercante transoceánico internacional.

10. Democratización. La solución a estos puntos no la realizará jamás el actual gobierno ni ningún otro gobierno emanado de acuerdos y complicidades con este y sus predecesores. Se necesita una ruptura. Está claro e incluso sobrediagnosticado el hecho de que el actual gobierno y los de los últimos 40 años no acatan el mandato popular ni velan por el interés nacional. Así mismo, tienen controlado el acceso al poder por medio del dominio absoluto de los órganos electorales para impedir que llegue a la presidencia de la república alguien emanado de la voluntad popular. Hay que entonces impulsar la democratización del país. El primer paso es reemplazar el actual Instituto Nacional Electoral (INE) por un órgano electoral ciudadano e independiente: del gobierno, de los partidos políticos y de cualquier otra influencia que defraude el voto popular. Por todos estos puntos, ya tienen que irse quienes hoy toman las grandes decisiones del país. Ya le estorban a México.

3 de noviembre de 2015

Reflexiones sobre la muerte


Una reciente conversación que sostuve con un amigo de la infancia me dejó un conflicto interno del que aún no salgo. Abrí el tema señalándole el paso del tiempo y su marca en los amigos comunes de la infancia de nuestra generación. En el fondo, lo que yo quería era saber su opinión propia sobre algunas canas que le han empezado a salir, saber si eso le causaba algún conflicto; tal vez en el fondo lo que yo buscaba era la reconfortante conciencia de que, aún teniendo la misma edad, yo aún no había sido alcanzado por las canas, así como satisfacer mi curiosidad sobre lo que yo podría experimentar cuando, en cualquier momento, las canas y, más aún, las arrugas se apoderen de mí. Seguramente intuyendo esas intenciones, mi amigo reviró diciendo que es muy normal que ahorita nos comparamos las canas o marcas entre los de la generación, una década después hablaremos de la profesión de nuestros hijos y una más comentaremos “¿supiste que ya murió fulano?”.
El pensar en esa marcha sin retorno hacia la muerte me hizo regresar a mis pensamientos sobre la vida y la muerte; pensamientos que siempre llevamos dentro y que ponemos en marcha en cualquier rato de ocio en soledad. Ustedes se preguntarán, como me lo pregunté yo hace unos días antes de empezar a tomar con seriedad esta depresión: ¿pero qué tiene de extraordinario el entrar en esos pensamientos, si ellos son algo propio de todos los humanos en todas partes del planeta en toda época de la historia? Más aun cuando estos cuestionamientos están al inicio de todas las filosofías, igual en oriente que en occidente; desde el inicio de todas las culturas y seguramente estaban presentes en las mentes de los individuos aún anterior a la formación de sociedades. Intentar responder a esas preguntas es lo que ha derivado en complejas doctrinas filosóficas y en religiones en todo el mundo. La mayoría de los individuos las creen, las quieren creer o al menos fingen internamente creerlas. Otros, como yo, no podemos.
A pesar de que siempre me he formulado esas universales preguntas sobre el sentido de la vida y la posibilidad de una continuación de esta después de la muerte, un hecho marca la diferencia entre mis pensamientos al respecto de antes y de ahora: mi tránsito a la madurez. A pesar de que el paso del tiempo siempre deja marcas entre el paso de bebé a niño, de niño a adolescente y de adolescente a joven, es de la juventud a la madurez cuando en realidad los cuestionamientos sobre esos temas toman seriedad. Como la ojiva de un proyectil que ha alcanzado su altitud máxima, así es mi sensación respecto del funcionamiento de mis órganos vitales en estos momentos. El desarrollo de la medicina moderna me da la esperanza de que la trayectoria de la ojiva de mi vida no será necesariamente simétrica: si nada repentino sucede antes, el período de descenso podrá durar unas 1.5 veces más de lo que tardó en llegar a la cima. Aún en ese optimista escenario, la sola sensación de ir descendiendo hace que estas reflexiones internas tomen seriedad.
¿Pero qué hay después de la vida? Las respuestas que las religiones dan a esta pregunta siguen sin comprobarse. Ninguna lo ha logrado: sólo recurren a actos de fe. La ciencia, que se enorgullece de su lógica superior, tampoco ha sido capaz de dar una sola prueba en ninguna dirección. Tampoco la metafísica, ni la astrología, ni el chamanismo ni ninguna forma de espiritismo. ¿Qué nos queda? ¿Sólo esta profunda soledad?