28 de febrero de 2009

La tradición anti-democrática mexicana (3a Parte): los 1990s y el retroceso institucional a partir del 2000

El resentimiento de quienes han, fallidamente, tratado de instaurar una democracia real se ha transmitido a las nuevas generaciones. Ello ha permitido la renovación de cuadros en pos de la democracia. Me parece que, aún con ello, en este país se sigue reproduciendo más rápidamente la masa que vive en la ignominia. Ello da razones para ser pesimistas respecto de la proliferación de una mejor sociedad en este país. La mala calidad de la educación básica está impidiendo que las filas de los sectores pro-democracia tampoco se engruesen. Con tan débil educación, el crimen ha encontrado campo fértil para tejer una enorme red. Alguien podrá decir que ello se debe no sólo a la deficiente educación de este pueblo, sino también a la crisis mundial de valores en que estamos inmersos. Sin embargo, si la crisis de valores es mundial –y no reciente, como puede observarse desde las obras de Camus, Sartre, etc.- ¿por qué los países europeos siguen avanzando en sus procesos civilizatorios mientras este país retrocede velozmente hacia el salvajismo? Entonces no podemos culpar tan sólo a esta crisis de valores.

Aquí llego a la parte más importante del mensaje que les quiero transmitir: el escenario más probable. No hay las condiciones para el arribo de la democracia. De las élites no puede venir: erróneamente, no visualizan conveniencia en ello. Aún si vieran que a la larga vivir en democracia es más conveniente incluso para ellos (porque tendrían acceso a un mercado de mayores ingresos, mejores bienes públicos, etc.) y decidieran apoyar procesos democráticos, anti-monopólicos, etc., también ellos se quedarían solos, pues el resto de la gente, al no visualizar la utilidad de la democracia ni estar dispuestos a cumplir lo que ella implica a todos los niveles en todas las esferas de su vida (respeto, legalidad, transparencia, estado de derecho, etc.), no actuarían para preservarla. Entonces más bien parecería una democracia forzada, cosa que no sobrevive por mucho. Por su indefensión, cualquiera la arrebata. Así, el IFE ciudadano de 1997, conquista de una minoría intelectual, fue arrebatado por los partidos en 2003, partidos que, en el fondo, reproducen los vicios de autoritarismo y corrupción de la clase dirigente del país. Al IFE de 1997 le faltó respaldo popular. En parte porque no supieron convocar ese cobijo. ¿O es que presentían que las mayorías no iban a entender su reclamo? Probablemente. Y es que la clase dirigente es, en el fondo, reflejo de la cultura predominante de un país. Tienen sus aspiraciones y sus tentaciones, en el caso de México, mediocres y voraces.

Ciudad de México, 21 de marzo de 2009