6 de diciembre de 2009

La sociedad... que se organice

En una conversación el día de ayer con Roberto Juárez de la Rosa coincidíamos sobre el decaído ánimo de los mexicanos en este momento. Él es médico en una de las zonas más marginadas del país: La Presa, Municipio de Tlalnepantla, Estado de México. En su percepción, las mayorías con las que él tiene trato diario viven crecientemente bajo un clima de decepción.

Durante sus más de cuarenta años como médico de esta zona, él ha sido testigo del arribo de un sinnúmero de inmigrantes del campo que se asientan en la zona con miras a abrirse paso en la Ciudad de México; lo que más les ha caracterizado a lo largo de este tiempo es el entusiasmo que, a pesar de las dificultades, esta lucha de ascenso social le produce a estas personas.

Dentro de este período él también ha corroborado estas actitudes incluso aún en tiempos de crisis económicas: 1976, 1981, 1987, 1994. En este 2009, sin embargo, la sensación ha sido distinta. Hay un desánimo y una angustia porque el mal estado de la economía y de la sociedad mexicana no es percibido como algo transitorio. El actual desánimo de esta gente no se debe, entonces, simplemente a sus condiciones de marginación y a la crisis. Se trata en este caso de la falta de esperanza en la construcción de una vida mejor durante un largo tiempo en el futuro.

La sensación generalizada en estas personas de que no están en camino a una vida mejor genera la impresión de que el conjunto de acciones que ellos han realizado dentro del sistema de códigos jurídicos y morales vigentes no son suficientes. Es entonces que han entrado en un estado de desmoralización. La sensación de no estar construyendo una mejor comunidad se debe en realidad a la ausencia de un objetivo armonizado dentro de esta. Lo anterior, reproducido a escala nacional, es el equivalente a la ausencia de un proyecto nacional.

A grandes rasgos he propuesto en este blog un proyecto de nación. Producto de una frecuente crítica social, económica y política tan documentada como mi tiempo y acceso a información me lo han permitido, he publicado una cantidad de artículos periodísticos, científicos y reportes en los que he tratado de explicar la causa de los principales problemas del país, así como he propuesto algunos pasos para su solución. La implementación de esas propuestas depende ahora de la entereza de quienes las promovamos. Ellas, sin embargo, no se sostendrán si en el plano comunitario la gente no se organiza para resolver sus problemas cercanos.

Tenemos en México una clase política que, ahora más que nunca antes, parece vivir una realidad aparte de la nuestra. Tenemos que estar concientes que, debido a su autismo, indolencia e incapacidad, no podemos esperar demasiado de ellos. Lo anterior se debe en buena medida a los fallos representativos de nuestro sistema electoral. También debemos estar concientes de que en tanto nuestra sociedad continúe tan desarticulada como crecientemente lo está, seremos incapaces de corregir esos fallos de representatividad.

Hasta ahora, los cambios en México han venido generalmente desde arriba. Los pocos intentos organizados de los de abajo por mejorar sus condiciones se han dado en un estallido y aún así han fracasado. La historia reiteradamente nos lo demuestra. Los seguidores de Hidalgo y de Morelos se dispersaron después del respectivo fusilamiento de estos insurgentes. Las demandas de los zapatistas durante la revolución mexicana no fueron satisfechas por el triunfo de su movimiento; este fue derrotado, primero, por Pascual Orozco y Carranza al consumarse el asesinato a Emiliano Zapata y, posteriormente, fue relegado a segundo plano por el obregonismo que lo adoptó. Una vez derrotados y dispersos los zapatistas, una parte de la élite triunfadora impulsó, no obstante, la satisfacción de sus demandas más elementales. Ello, más que por fines de justicia social, respondió a necesidades de pacificación y gobernabilidad para que el grupo triunfador reorganizara la vida del país.

Relaciones similares han sucedido con otros movimientos populares: el movimiento ferrocarrilero, que deriva en algunas concesiones para la clase sindicalista; el movimiento estudiantil de 1968, que abre el camino al sistema de partidos, entre otros. Así pues, mientras negar los logros de esos movimientos sería ciego, reconocerles conquistas sociales sería exagerado; lo que en su lugar han logrado son concesiones sociales; por eso en nuestra historia no contamos con estadistas emanados de los movimientos sociales, sino con mártires míticos del pueblo.

Aún con eso, la vigencia de esos mártires es lo que ha elevado la moral a nuestras mayorías. Por eso la actual caducidad de nuestros mártires nos ayuda a comprender la actual desmoralización de nuestro pueblo. En estos momentos parece difícil el resurgimiento de ese tipo de mártires míticos. El actual disfuncionamiento representativo de la clase política mexicana, combinado con el enorme poder de las dos principales televisoras del país, impedirían la popularización de un líder con esas características.

Lo que, en su lugar, sí podría y debería surgir es un liderazgo emprendido desde el tejido social. Para ello es necesario que la sociedad civil se modernice para organizar sus demandas y exigirlas dentro del marco contractual. Ello imlica que dé el paso hacia la madurez; que no siga esperando a un Quetzalcóatl ni a un Prometeo ni a ningún otro Mesías que ofrende su vida por estos hombres, sino que estos hombres se conviertan en ciudadanos y actúen como sociedad adulta. Que no permitan que los problemas y la injusticia crezcan para actuar sólo cuando la situación ya es insoportable: que solucionen los problemas tan pronto como estos aparezcan.

La formación de ciudadanos, no obstante, requiere de un proceso educativo. La puerta a ello son la educación institucional de las mayorías y la organización social pacífica. La primera la ha mantenido obstaculizada el actual sistema de educación pública -al que hay que depurar sin consideraciones. La segunda (la organización social) es entonces la única opción inmediata disponible.

Para ello debemos comenzar por la organización de grupos de identificación de problemas de la comunidad [*] para que propongan soluciones concretas. Cualquiera de nosotros puede iniciar con ello. Los pasos a seguir son:

1. Organizar un grupo de personas con el mismo interés y compromiso que uno por mejorar su realidad local y la del país;
2. Identificar y jerarquizar los principales problemas;
3. Hacer una lluvia de ideas de solución;
4. Identificar a todos los involucrados y gente necesaria para solucionarlo (vecinos, colegas, expertos, autoridades, etc.), invitarlos a unirse y comprometerlos a lograr las soluciones;
5. Divídir las tareas.

Si la suma de las capacidades personales de quienes se organicen no alcanza para lograr los objetivos, debe pedirse ayuda a otras organizaciones de la sociedad civil: apelar a la solidaridad. En caso de necesitarlo, también pongo a la disposición nuestra Fundación así como nuestra orientación para llevar a cabo estas acciones y romper este círculo vicioso de problemas-pasividad-mayores problemas que mantiene atrapado a nuestro país.

[*] Consúltese por ejemplo la Metodología del Marco Lógico.

17 de agosto de 2009

El bien y el mal (3a parte): Latinoamérica, EUA y Oriente

Los conflictos actuales entre algunos países latinoamericanos tienen sus orígenes, en algunos casos, en confrontaciones irresueltas que la región viene arrastrando desde siglos, así como en sucesos más recientes. Conflictos como el Colombia-Venezuela, Colombia-Ecuador, Bolivia-Perú, entre otros, responden más al posicionamiento geopolítico del bloque La Habana-Caracas-La Paz-Quito-Managua. Si bien las no pocas guerras entre países latinoamericanos han dejado algunos resentimientos y fantasmas, hasta ahora el diálogo cultural ha permitido que esos fantasmas vayan perdiendo presencia y por tanto influencia en la psicología colectiva. Sólo subsiste, si acaso, cierto reproche histórico hacia Brasil, Argentina y Uruguay de parte de los paraguayos por aquella invasión en el S. XIX, a Chile por parte de peruanos y bolivianos por los territorios de Arica y Antofagasta perdidos en la Guerra del Pacífico, entre otros.

Abordar la formación del bloque antes mencionado nos exige remontarnos a la prolongada lucha entre conservadores y liberales de la América Latina del S. XIX, misma que desintegró tanto a sus sociedades que abrió la puerta a intervencionismos extranjeros. Así, los Estados Unidos se hicieron de la mitad del territorio mexicano en 1848; Francia ocupa México entre 1864 y 1867; Estados Unidos gana la guerra hispano-americana en 1898, poniendo a Cuba, Puerto Rico y la República Dominicana bajo su dependencia; a lo largo del siglo XX los EUA además financian la contra-guerrilla en Centroamérica, apoya dictaduras militares en el resto de Latinoamérica y promueve el bloqueo a Cuba. Ese marcado intervencionismo de los EUA en Latinoamérica ha contribuido a incrementar la polarización interna en estos países. A pesar de todo esto, la oposición a Estados Unidos en la región, con la excepción de Cuba y Venezuela, se había reducido a más bien un llamado al fortalecimiento del multilateralismo, muy distante de la confrontación.

La oposición y crítica de Cuba a Estados Unidos son más bien simbólicas por la poca amenaza militar que representa la isla. La adhesión del gobierno de Venezuela a esa postura le ha resultado benéfica tanto para sostener su popularidad interior, como para ganar un asiento más cercano al escenario geopolítico. Sin embargo, lo comprometido del capital venezolano con el estadounidense parece ser un impedimento para que las protestas de Caracas contra el gobierno de los EUA vayan más allá. Conforme Hugo Chávez va ganando más gobiernos aliados en la región, su tono se ha endurecido no contra los EUA, sino contra los gobiernos aliados de este último.
En el fondo, el bloque La Habana-Caracas-La Paz-Quito-Managua sabe que para confrontar realmente a los EUA necesitaría formar un bloque de países con capacidad nuclear, de lo que ningún país de la región tiene siquiera perfil. Por ello ha recurrido a Irán. Irán, por su parte, dista aún mucho de formar un bloque de países musulmanes para tal fin. Históricamente, el país persa no ha terminado nunca de embonar dentro de los países islámicos –no hablar árabe como ellos se los ha impedido en buena medida. Por su parte, los EUA saben que, una vez controlada la situación en Irak y Afganistán, pueden iniciar una nueva era de paz y cooperación con el mundo islámico. El futuro frente de batalla de los EUA no se encuentra entonces en esos países, sino en China y sus potenciales aliados.

La interrogante de largo plazo en los países latinoamericanos consiste entonces en evaluar la conveniencia de adherirse i) a uno (EUA y occidente), o; ii) al otro bloque (China), o; iii) divididos -como hasta ahora- entre ambos bloques, o; iv) formar un bloque autónomo.

10 de agosto de 2009

El bien y el mal (2a. parte): Intención vs. Resultados

De entre las muy diversas formas de izquierda de América Latina, unas pocas han llegado al poder presidencial, todas ellas convencidas de que sólo ellas pueden mejorar las condiciones de vida de las mayorías de sus respectivos países.

En Argentina ha continuado una izquierda, que aunque con un discurso muy interesante, ha demostrado lograr poca efectividad en materia de política económica. La poca profesionalización de su aparato público podría ser un buen factor explicativo.

En Brasil, la izquierda de Lula, que aunque prometía cambios más profundos y resultados más sólidos que los gobiernos precedentes en materia económica y social dado su corte laborista, no ha sido capaz incluso de modificar la esencia liberalizadora de la política económica dejada por Fernando Henrique Cardoso.

En Venezuela, el gobierno de Hugo Chávez tampoco ha logrado reestructurar la economía nacional hacia la mayor solidez y diversificación industrial prometidas; por el contrario, ha aumentado la dependencia económica del petróleo y se ha desbordado el gasto público corriente. De esa forma, la actual tendencia a la baja de los precios internacionales del petróleo combinado con la debilidad de los sectores económicos no-petroleros está presionando crecientemente su déficit público.

En Bolivia, la lucha del movimiento indigenista de Evo Morales, que debiera ser ante todo una lucha por la eficiencia económica, tampoco ha logrado grandes avances estructurales; más allá de bonos a los pobres y de la intención de revalorización de lo autóctono, parece ser que no logran aún implementar medidas más pragmáticas de política económica. Empantanados en un discurso contra el capital transnacional –pero contradictoriamente financiado por fondos externos-, han cerrado la puerta incluso a acuerdos comerciales preferenciales. Tal es el caso del sistema preferencial ATPDEA entre los EUA y los países andinos, por medio del cual los EUA permite la importación de manufacturas de estos países a cambio de que reduzcan la producción de cocaína. Este sistema preferencial había ayudado a generar miles de empleos en, sobre todo, las regiones productoras de textiles de alpaca y lana, predominantemente indígenas.
Sin embargo, desde fines de 2008 Bolivia abandonó el ATPDEA debido, en buena medida, a su intención de adoptar una posición respecto de los EUA similar a la venezolana. Ello, no obstante, provocó la bancarrota de un gran número de plantas exportadoras de textiles. Así, lejos de fortalecer la dignidad de este país, esta decisión ha dejado en el desempleo a predominantemente pobladores de zonas indígenas. En compensación por esta tragedia de los buenos, el gobierno de Chávez ha ofrecido desgravar las importaciones de esos productos bolivianos en el mercado venezolano. Sin embargo, prácticamente nulas han sido las compras de esos sweaters de alpaca y gruesa lana en una Venezuela de temperaturas tropicales.

3 de agosto de 2009

El bien y el mal (1a. parte): El diablo y Dios

La subjetividad del bien y del mal es filosófica y narrativamente abordada en la obra El diablo y Dios de Jean-Paul Sartre (Le Diable et le Bon Dieu, 1951). El relato se sitúa en el Worms de la víspera de la reforma protestante en Rheinland-Pfalz y Baden-Würtenberg.

En un primer momento analítico, la obra enfatiza la maldad del general Götz, el diablo personificado y quien abiertamente se declara enemigo de Dios. Ello queda aún más claro al traicionar a su hermano en la guerra y al ahora pretender tomar Worms sólo para disfrutar de su destrucción. En contraparte, el bueno del relato hasta este punto es el orden establecido, a cuyo mando están la nobleza y el clero locales.


En un segundo momento, se evidencia la maldad del obispo de Worms y la injusticia del sistema feudal sobre el pueblo. En ese plano, Götz se convertiría, al menos temporalmente, incluso en un libertador.

En un tercer momento surge el personaje de Nasty, un líder popular que decide encabezar la lucha tanto contra Götz como contra el catolicismo (abriendo la puerta al protestantismo) y la nobleza (abriendo la puerta a una especie de vida en comuna). Este líder es percibido hasta este punto como el nuevo personaje bueno. Sin embargo, esa percepción cambia cuando se advierte que esa lucha se perdería fácilmente y que resultaría algo menos costoso en términos de vidas humanas la rendición anticipada ante Götz. Repentinamente Götz cambia sus planes y decide tomar pacíficamente la ciudad y liberar a todos sus habitantes del yugo feudal.

Sin embargo, este acto de bondad se transforma en uno de maldad puesto que los demás reinos vecinos, por temor a la propagación de la libertad, se propondrán pronto iniciar el asedio del nuevo - e idílico- Worms, causando aún más muerte y con el riesgo de incluso volver trágicamente al mismo punto de partida. Con esta obra, Sartre parece intentar escenificar el preludio del primer triunfo del primer bastión luterano opositor al emperador Karl V, en el cual, a la distancia, nos hace interpretar este derramamiento de sangre como el acto refundacionista de una sociedad más igualitaria.



Mientras ese ideal se alcanza, el bien y el mal se alternan dependiendo de la posición relativa de los actores en el relato. Todos los personajes, excepto Götz al inicio de la obra, están convencidos de estar haciendo el mayor bien posible dada la realidad en que se desenvuelven. Esta obra tiene un matiz de tragedia griega, pues en ella tampoco hay ni buenos ni malos, sino sólo fatalidades que confrontan entre sí a personajes que, buscando actuar benévolamente, terminan por obrar letalmente. La tragedia consiste entonces en el hecho de que de esta confrontación hay un ganador que es bueno así como un perdedor que resulta ser igualmente bueno. Si uno de los personajes fuera abiertamente bueno y triunfara sobre el malvado, ello no sería trágico, sino un llano relato épico. En estos casos estamos entonces ante la tragedia de los buenos.

Desde el S. XIX, los países latinoamericanos han servido de escenario natural para un gran número de tragedias de los buenos...

27 de julio de 2009

Procampo: medios, sociedad y cambio

Ya sabíamos que Procampo era la caja chica de los distintos niveles de gobierno; esto sólo se ha venido confirmando recientemente con un estudio del CIDE, con las declaraciones suspicaces de la diputada perredista Ruvalcaba y, como remache, con la nota a ocho columnas de hoy en El Universal. Tres hechos me llaman particularmente la atención de esto:

- Ya no se trata sólo de acusaciones del mismo grupo de "revoltosos" de siempre -a quienes ya se les ve como a Pedro y el lobo. Esta vez las acusaciones también vienen documentadas académicamente y difundidas por un medio de comunicación serio. Investigaciones académicas serias y políticamente reveladoras han existido desde hace mucho en este país; sin embargo, en su casi totalidad han carecido de difusión por parte de un medio creíble y con alcance para lograr un impacto público como en esta ocasión.

- La nota desplazó en el encabezado a ocho columnas de este medio al triunfo de la selección mexicana de futbol ante la selección de los EUA del día previo. Esto habla de un voto de confianza de este medio respecto de la madurez del ciudadano.

- Si la condena al mal uso de recursos públicos se está diversificando en cuanto al perfil ideológico de los individuos, estamos ante la oportunidad de que la sociedad civil impulse la depuración de al menos este instrumento (Procampo).

Los principales interesados debieran ser los campesinos mismos. Sin embargo, mientras el sistema clientelar los tiene demasiado cooptados a unos, la actitud fatalista de los otros juega en contra de una reestructuración real del sistema de apoyos. La mayoría de los campesinos ya renunció a aumentar su productividad y competitividad, hoy se conforman con los apoyos de supervivencia y se contentarían con tan sólo aumentos en esas transferencias del sector público. La mayoría de los más emprendedores y ambiciosos campesinos ya cruzaron la frontera o se están enrolando en alguna de las partes de la cadena "productiva" del narco.

El campesino mexicano, que otrora fuera el valuarte del arrojo mexicano, ha sido degradado a superviviente dependiente. Cuando en el pasado se le explotaba -puesto que la base del enriquecimiento era el sector primario-, éste estallaba en rebelión épica cuando se agotaba el límite de su paciencia. El sistema de apoyos, en cambio, le ha convertido en cómplice de su propia pauperización.

Lejos de interpretar esto como una relación maniquea, debemos entenderlo dentro del proceso histórico del país y del mundo. En ese proceso histórico, la industrialización ha sido un objetivo de la mayor parte de las naciones en vías de desarrollo. Sin embargo, muchas de estas, inocentemente o con toda la intención de sus clases dirigentes, han dado prioridad a la industrialización a costa del sector rural. Salvo China y la India, quienes han apostado por esa estrategia han fracasado en ambos lados. El caso de Chile y Brasil es diferente, puesto que no concibieron la industrialización como un proceso que desplaza al campo, sino como uno que le complementa; si bien estos últimos están industrializándose a un ritmo menor que el de México durante la década pasada, han logrado proteger ejemplarmente a su campo.

Así, es momento de que la sociedad conjunte esfuerzos para fortalecer al campo. Los campesinos están demasiado acostumbrados al círculo vicioso de baja productividad, apoyo fácil y menor reinversión e infraestructura rural. Por eso, en esta ocasión creo que es de la sociedad no-rural de donde vendrá el cambio. Sólo se necesita una chispa verdadera que prenda la conciencia de los campesinos para que ellos secunden el cambio. En dicho caso, ese cambio no requerirá ni del uso de la fuerza, pues ya están respaldados por prácticamente toda la nación.

6 de julio de 2009

Elecciones intermedias del 5 de julio de 2009 en México: continuidad y cambio

La física kepleriana señala que la mutua influencia gravitatoria que ejerce un astro mayor sobre los demás determina las órbitas de los sistemas planetarios. A pesar de ser duales y pasar por períodos donde aumenta su polarización, los planetas mantienen órbitas relativamente estables. Análogo, el dualismo social tiende a la polarización y al enfrentamiento. Lo anterior lo conocieron muy bien las civilizaciones de la antigüedad. Esos dualismos también tendían a polarizarse y a confrontarse. Luego del enfrentamiento esas sociedades se reorganizaban en Estados con formas de organización política y socioeconómica de evoluciones similares, con lo que puede presenciarse cierta estabilidad de largo plazo, con un eslabonamiento de equilibrios múltiples a través del tiempo.

La repetición de la historia parece ser algo relativo. Hasta donde llega nuestro conocimiento de la historia de la humanidad –y del universo-, ninguna vuelta a un orden es total, sino lleva implícita una ligera carga de cambio, en sentido similar a la revuelta planteada por Octavio Paz o la espiral de Herman Hesse. Kepler en su Astronomia Nova, descubre que las órbitas de los planetas no se acogían a la perfección del círculo, sino a la elipse, que ya Apolonio de Pérgamo había descrito en sus textos sobrevivientes a la destrucción de la biblioteca de Alejandría. Kepler descubre que los planetas se mueven en órbitas elípticas si se les observa en un plano tridimensional. Siglos después, sin embargo, la teoría de la relatividad general de Einstein descubriría que ese movimiento elíptico planetario se convierte en línea recta si se le observa en el plano cuatridimensional de espacio-tiempo.

El triunfo electoral del PRI el día de ayer parece un claro anuncio de su retorno al poder en México. El abstencionismo, principal aliado del partido con la mejor estructura territorial, contribuyó en gran medida. Mientras que en un período de bonanza económica el abstencionismo es señal de aprobación apática a la gestión de los partidos, en el actual entorno de crisis ello significa otras cosas:

i) ante los decepcionantes resultados del PAN durante los últimos 9 años, los sectores más conservadores de la sociedad mexicana han preferido la seguridad del PRI;
ii) otros sectores han retrocedido en su participación electoral por una apatía creada por la falta de contundencia que perciben de esta vía;
iii) en otros sectores la inconformidad ciudadana contra todo el sistema de partidos no era tan grande como creíamos;
iv) en otros la moral está tan relajada que no ven nada malo en las prácticas de los gobiernos recientes;
v) otros sectores se contentan con darle un voto de castigo al PAN ayudando al PRI;
vi) sólo el –minoritario- resto diseñará e impulsará los cambios de fondo necesarios para el país.

Sí, claro que existe la continuidad, pero esta también viene impregnada del cambio que aportan estos últimos. El reto consiste ahora en encausarlo.

29 de junio de 2009

Golpe de Estado en Honduras y la posición mexicana

En su primera etapa, las transiciones pacíficas a la democracia tienden a transferir el poder a un partido afín con la dictadura, como ha sido el caso de la Unión de Centro-Democrático (UCD) de Adolfo Suárez en la España post-franquista, la derecha democristiana de Patricio Aylwin luego de Pinochet en Chile, y más recientemente, el Partido Acción Nacional (PAN) de Vicente Fox después del PRI en México, entre otros. Esto es entendible si se considera que los regímenes dictatoriales generalmente dejan tras de sí tantos crímenes que, cuando se pacta la transición, también se pactan las garantías de la retirada para minimizar las posibilidades del juicio de Estado. Pactar la transición es, contrario a la creencia común, algo aún más importante para el régimen entrante que para el saliente. Aunque desplace políticamente a la dictadura, el ajuste de cuentas por parte del nuevo régimen no puede rebasar ciertos límites: los de provocar la reacción.

En una siguiente etapa, la democracia pone a prueba su consolidación si, entre otras cosas, posibilita la alternancia con un partido no afín con el de la dictadura. Esto ha tenido lugar en la mayoría de los países de Iberoamérica, en especial luego del fracaso de las medidas económicas de la generación de gobiernos liberalizadores de los noventas en América Latina y de la rápida maduración de la izquierda institucional. La generación de los librecambistas de los 1990s en Latinoamérica estuvo liderada por Carlos Salinas de Gortari, Carlos Saúl Menem y Alberto Fujimori. Sin embargo, hasta ahora sólo en México no ha triunfado la izquierda a pesar de su fortalecimiento y del, aunque estable, modesto desempeño del modelo económico en vigor. Por su parte, la transición democrática en España se adelanta al menos una década a la de la mayor parte de Latinoamérica. Las dos posturas políticas opuestas de las dos Españas van volviéndose cada vez menos radicales luego de la transición, lo que les permite cerrar más rápidamente la brecha de la polarización. A ello contribuyó, en buena medida, el creciente progreso económico que le acompañó, así como el papel de la Comunidad y la Unión Europea. Ello permitió des-radicalizar posturas, haciéndolas converger más hacia aquellas de los partidos socialdemócratas y conservadores moderados del resto de Europa.

Lo que hemos observado el día de ayer con la destitución del presidente Manuel Zelaya de Honduras es un ejemplo de transición interrumpida. Probablemente por el respaldo de los gobiernos de Caracas, Managua y La Habana, Manuel Zelaya confió en implementar las reformas constitucionales que tenía previstas someter antes a referéndum. La velocidad de estos cambios, no obstante, provocó el levantamiento de la reacción. La lectura de la realidad política hondureña por parte de Zelaya fue talvez imprecisa (¿o talvez eso es parte de un plan mayor de retorno con más autoridad? Para saberlo tendríamos que saber cuántos generales del ejército hondureño le son leales y estarían dispuestos a recuperar el poder con él). Dado el reciente antecedente venezolano, los cambios eran sumamente previsibles para las élites más conservadoras de esta nación y decidieron entonces anticiparse. De todo esto, son de desatacarse los siguientes hechos:

1. El abierto rechazo al golpe de Estado por parte de la ONU, la Unión Europea, la OEA, y, en América Latina, de los gobiernos de Brasil y Chile, entre otros;
2. La condena de la secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, al arresto, destitución y exilio forzado de Zelaya.
3. El recibimiento de México a la canciller Patricia Isabel Rodas del depuesto gobierno de Zelaya.

El gobierno mexicano debe proponerse inmediatamente como mediador central en este conflicto. Ello implica reasumir el liderazgo en la región, mismo que no ha vuelto a asomarse desde la creación del Grupo Contadora a inicios de los 1980s. El siguiente paso consiste en integrar las posiciones de condena prácticamente unánimes en América Latina de forma tal que se siente el precedente de que sí existe una reacción conjunta ante atentados a la democracia. Los gobiernos latinoamericanos coinciden en que, si bien las intenciones reeleccionistas de Zelaya pueden ser cuestionables, la respuesta dada por la oposición fue una sobrerreacción. El mensaje que con esto la oposición manda al mundo es que sólo estaban esperando el pretexto para ejecutar el golpe de Estado.

22 de junio de 2009

Propuestas concretas del Proyecto de Nación México

A continuación listo las 20 principales propuestas del proyecto de nación México. En su mayoría, estas implican la implementación de la Reforma del Estado planteada desde los 1970s, pero van más allá porque definen una dirección concreta para el país para el 2020, 2050 y el 2100. Agradeceré los opiniones constructivas que Ustedes puedan aportar al Proyecto, así como la profundización en el diseño de cualquiera de sus puntos.

SEGURIDAD NACIONAL

1. Unificar a todas las corporaciones policíacas. Esto implica el fortalecimiento de las labores de inteligencia y permitirá una mejor identificación de corrupción interna.

2. Implementación del Sistema de Identificación Personal Única Nacional para disponer de una base de datos que cruce información con el IFE, pasaporte, servicios bancarios, RFC, seguro médico, propiedad vehicular, catastro y servicios telefónicos. Ello contribuirá a reducir notablemente la comisión de delitos y la evasión fiscal.

POLÍTICA
3. Descentralizar los poderes del país. La mayor parte de secretarías del poder ejecutivo y la Presidencia de la República continuarían en la Ciudad de México; el poder legislativo federal se trasladaría a Aguascalientes, Ags., y; el poder judicial así como al menos la mitad de las empresas paraestatales a Xalapa, Veracruz. Por su parte, la Comisión Federal de Electricidad se trasladará a Tuxtla Gutiérrez, mientras que la Secretaría de Marina se trasladará al Puerto de Veracruz.

4. Re-ciudadanización del IFE. Luego de 2003 los partidos han prácticamente elegido a los consejeros de este instituto. Ello ha llevado a que el IFE no siempre sea imparcial en las elecciones (Ver entrada). El IFE impondrá sanciones penales (prisión mínima de 5 años) a cualquier ciudadano, más severamnete aún a funcionarios electorales y autoridades, que participen o permitan la alteración de actas electorales, robo de urnas, violación de paquetes electorales así como por la comisión de actos encaminados al fraude electoral. También serán sujetos a procesos penales los Secretarios de Finanzas de los partidos políticos que acepten financiamiento por encima de los topes establecidos de campaña. Los topes de campaña, a su vez, se reducirán al 20% de sus niveles actuales.

5. Desarticulación de las mafias sindicales, con énfasis en el SNTE y el STPRM, y permisividad para la reconstrucción de sindicatos desde la base obrera y no desde la cúpula del sistema de partidos (Ver artículo).



6. Auditoría financiera de oficio y juicio político a presidentes de la república, gobernadores de entidades federativas y presidentes municipales, tanto actuales como anteriores. Ello implica la creación de una Corte Penal Política. Esta estará integrada por ministros designados por un consejo académico-jurídico sin intervención alguna de los partidos políticos y con autonomía plena de gestión y deliberación (Ver entrada).

TRANSPORTES
7. Operación de un sistema de canales navegables en el sureste del país. Esto incluye un canal transoceánico entre Chiapas y Tabasco usando las corrientes del Río Mezcalapa-Grijalva y del río Pijijiapan. Con esto se regularán los flujos de estos ríos para evitar inundaciones, aumentar la disponibilidad de riego agrícola, abatir costos de transporte y generar divisas para el país por el tránsito comercial transoceánico.

8. Creación de una gran flota mercante nacional. Para ello, se creará una empresa paraestatal encargada de la fabricación y/o adquisición de buques así como de la operación de la flota. Esto permitirá al país diversificar los países destino de sus exportaciones (Ver artículo).

9. Reconstruir la red ferroviaria. Esto implica la reformulación de CONCARRIL para la fabricación de trenes de última generación. Con esto se lograría descargar las carreteras de camiones, autobuses y trailers, reducir los costos de mantenimiento de carreteras y una reducción en las emisiones de dióxido de carbono (ver Artículo).

10. Centralizar todo el sistema de transporte colectivo en empresas públicas de los ayuntamientos. Esto implica reemplazar microbuses y combis por autobuses eléctricos así como triplicar la actual red del metro de las ciudades de México, Guadalajara y Monterrey (Ver artículo).

ENERGÍA
11. Procesar el petróleo crudo para la producción y exportación de derivados de petróleo (gasolinas, nafta, aceites, plásticos, etc.) por encima de la exportación de crudo a solas. Esto implica la reformulación del Instituto Mexicano del Petróleo y la construcción de al menos 6 refinerías y 4 complejos petroquímicos adicionales (Ver artículo).

12. Rehabilitar el sistema de presas hidroeléctricas del país con el propósito de eliminar la generación de energía altamente contaminante -por su intensiva quema de carbón- de las termoeléctricas. Actualmente, debido a la celebración de contratos de cuotas mínimas de suministro de energía entre la compañía española Repsol y la Comisión Federal de Electricidad (CFE), esta última debe comprar a Repsol toda la energía producida por sus termoeléctricas. La energía producida por las hidroeléctricas -con bajas emisiones de dióxido de carbono- es sólo complementariamente usada, por lo que la capacidad instalada de estas está siendo altamente subutilizada. Por ello, mientras en los años 1980s la energía hidroeléctrica suplía a más del 70% del consumo nacional, actualmente no rebasa el 6%.

13. Construcción y operación de plantas de generación de energía por parte de la CFE: de energía solar en Sonora y Baja California; geotérmica en Guerrero, Michoacán y el Estado de México, y; eólica en Oaxaca y Chiapas.

CIENCIA y TECNOLOGÍA
14. Diseño, construcción y lanzamiento de naves espaciales y satélites. Ello implica la reformulación de la recién creada Agencia Espacial Mexicana en estrecha colaboración con el CINVESTAP y la Facultad de Ciencias de la UNAM (Ver artículo).

SECTOR AGROPECUARIO



15. Implementar una Red Permanente de Análisis y Soluciones para el campo mexicano, tal que lo tecnifique, le de un enfoque de mercado y lo adapte óptimamente al cambio climático para anticiparse a desastres hidrometeorológicos. Esta red estará integrada por equipos multidisciplinarios de practicantes principalmente de ingeniería agrónoma, industrial y administración. Para ello se requiere de la colaboración de la Universidad de Chapingo y de universidades y centros tecnológicos estatales, para lo cual habrá un sistema de becas para los practicantes de dichas instituciones. Los equipos regionales estarán coordinados por un panel que incluirá al menos un climatólogo, un geógrafo, un sociólogo y un economista agrícola. (Ver artículo).

FINANZAS

16. Regular el sistema bancario y crediticio estrictamente para: i) evitar el aumento del riesgo de cartera vencida, en especial por consumo suntuoso; ii) fijar tope máximo a cobro de comisiones; iii) nombrar un titular de la CONDUSEF sin conflicto de intereses para el ejercicio de su cargo; iv) reactivar la banca de desarrollo por medio de la intervención directa del Estado, y; v) Crear y operar bancos de fomento agrícola y de microfinanciamiento.

COMERCIO EXTERIOR
17. Renegociación del capítulo agrícola del TLCAN para poner barreras arancelarias a la importación de granos básicos. En contraparte, ceder en el capítulo de las telecomunicaciones. Ello permitirá transferir riqueza desde un sector superavitario y oligopólico a uno deficitario y del que depende cerca de la quinta parte de la población nacional. Ello también contribuirá a reducir la alta tasa de migración al sector urbano, en el cual no hay -por ahora- suficiente oferta laboral para trabajadores adicionales (Ver artículo).

18. Renegociar la adhesión de México a la OMC para hacer frente a las crecientes importaciones chinas. Esto implica un liderazgo por parte de México para formar un grupo de países con la misma postura.

POLÍTICA EXTERIOR
19. Implementación de un fondo de cohesión social con los EUA y Canadá para financiar la reducción de la pobreza en México.



20. Definir a México como el centro económico y cultural del continente americano. Esto demanda asumir el liderazgo en América Latina de forma compartida con Brasil para lograr una integración económica justa con América Latina. Simultáneamente, aumentar las ventajas de la integración económica con América del Norte. Posteriormente, crear la Unión de Estados Americanos entre Norte-, Centro-, Sudamérica y el Caribe, con una moneda común y con libre movilidad de mercancías, personas, trabajadores y capitales (Ver artículo).

15 de junio de 2009

Democracia mexicana: tradición y modernidad

Cuando en 1932, tras una década de crisis económica, Alemania se desencanta de la República de Weimer y gira el timón hacia el Nacional Socialismo, lo que queda al descubierto es lo vulnerable que era su democracia. Aun cuando las condiciones de la Alemania de entreguerras eran relativamente más difíciles que en otras democracias de la época –especialmente por lo reciente de la pérdida en la Primera Guerra Mundial–, la fallida implementación de mecanismos de reducción de vulnerabilidad democrática es lo que a la postre marca la diferencia. Como en otras partes de Latinoamérica, la democracia en México está siendo recurrentemente cuestionada tanto por sus actores políticos y económicos como por la sociedad civil misma debido a, entre otros hechos, su paralelismo con un pobre desempeño económico y con la ausencia de cambios notorios en materia de lucha contra la delincuencia y la corrupción. Lo anterior descubre la vulnerabilidad democrática en el país, tras de la cual yacen inconsistencias en el diseño del Estado mexicano que le enfrentan con su realidad histórica. Con el tiempo, estas inconsistencias se han arraigado, generado inercias de las que aún es difícil escapar.

El proceso histórico de conformación democrática en México, como el de la mayoría de ex-colonias aún entrampadas en el subdesarrollo, es un continuo debate entre la búsqueda de un modelo democrático basado en su propia tradición y la adopción de modelos vigentes en las democracias liberales de occidente. Desde mediados de los noventas, la transición política en México orienta nuestra democracia convergentemente hacia las democracias liberales de occidente y, con ello, la aleja del modelo vertical derivado la revolución mexicana de 1910. No obstante, la democracia en México, como en la mayoría de países latinoamericanos, se encuentra actualmente en una etapa de cuestionamiento sobre su eficacia, especialmente debido al pobre desempeño económico que le ha acompañado. En este planteamiento la vulnerabilidad, entendida como la susceptibilidad de un sistema a absorber negativamente choques externos, pone inequívocamente a la democracia en entredicho. Como veremos, esta vulnerabilidad proviene en buena medida de inconsistencias del método usado en el diseño e implementación de la democracia como forma de gobierno en México a lo largo de su existencia como nación independiente. Así pues:

¿Ha sido nuestra democracia diseñada bajo los planteamientos más apropiados? ¿Deben ser éstos racionalistas o empiristas? ¿Poseen consistencia interna en su diseño y coherencia con la realidad en su implementación? ¡¿O es que diseñamos un sistema tan mimético que ni nosotros mismos somos ahora capaces de implementarlo coherentemente?! ¿Qué es más fácil, construir un nuevo sistema o transformar a la sociedad mexicana para que se adapte al actual?

8 de junio de 2009

La Rebelión: de Prometeo y Camus a los movimientos indigenistas

Antes morir de pie que vivir de rodillas, frase atribuida a Espartaco, resume el espíritu de la rebelión. La esclavitud es condición de la rebelión. Un esclavo es alguien que ha recibido órdenes toda su vida. Un rebelde es un esclavo que de pronto juzga inaceptable recibir una orden más. El inicio de la rebelión marca una nueva era: la de la negación. A partir de entonces, el rebelde opone un “no” perpetuo a su existencia como esclavo. La rebelión, que surge tanto contra la opresión como contra la mentira, es en el fondo una demanda de igualdad. La demanda de igualdad está presente desde la antigüedad. En la cultura occidental, por ejemplo, su manifestación típica se observa en Prometeo, quien, en su afán de reducir la distancia entre los hombres y los Dioses, arriesga todo para llevar el fuego al hombre.

La rebelión no es, pues, un acto individual, sino uno solidario. No implica la lucha por la igualdad de un solo individuo, sino por la propia y la de los semejantes en condición. Lo primero equivale al ascenso de un fugitivo, lo segundo a la solidaridad.

La rebelión, no obstante, suele desviarse hacia la venganza por medio del resentimiento, definido este último por Scheler como una auto-intoxicación provocada por una impotencia prolongada.
La rebelión, en cambio, fractura al ser y le ayuda a realizarse. Para Camus, el resentimiento se deleita de antemano con un dolor que querría que sintiese el objeto de su rencor: la venganza como acto de satisfacción. Por el contrario, la rebelión se satisface con lograr igualdad con la posición del opresor, ya sea para desplazarlo y reproducir su conducta, o para construir un nuevo orden. Pocas veces las rebeliones han logrado lo segundo. La historia nos muestra repetidas escenas del simple reemplazo de élites nacidas de rebeliones. El esclavo comienza por reclamar justicia y termina deseando la realeza. Otras rebeliones, por su parte, se han truncado a un paso de consumar su victoria: Espartaco a las puertas de Roma; Hidalgo a las de la Ciudad de México. Talvez lo que en el fondo de ello yace sea el miedo a la vergüenza pública por tomar el poder y no saber qué hacer con él.

La falta de un proyecto claro y realizable es lo que en todo caso les ha impedido el triunfo. Albert Camus señala que la rebelión más elemental expresa, paradójicamente, la aspiración a un orden. Para él, lo anterior se ajusta al rebelde metafísico, el cual se alza sobre un mundo destrozado para reclamar la unidad. Opone el principio de justicia que hay en él al principio de injusticia que ve practicado en el mundo.

En una reciente visita a Bolivia observé algunas confrontaciones provocadas por el ascenso de un movimiento predominantemente indigenista, el encabezado por el presidente Evo Morales. Aún cuando este movimiento ascendió por la vía del sufragio, en su esencia conserva visos de rebelión. Este intenta reivindicar las –por siglos postergadas- demandas de los indígenas de esa nación. Sin embargo, el enfático respeto a las autonomías locales implementado recientemente contradice varios principios del sistema político y legal hasta hace poco practicados en ese país. Esas autonomías locales se han orientado hacia el autogobierno de comunidades diversas. Este incluye un sistema penal basado en los, aún más diversos, usos y costumbres. Ello ha dado paso a una creciente confusión acerca del sistema jurídico que rige las distintas partes del territorio boliviano. Algo similar ha ocurrido en otras partes del planeta, como en Chiapas y Oaxaca, México; en Zimbawe; en Kenya, etc. De estos casos me han surgido algunas interrogantes en común: ¿Deben respetarse los usos y costumbres comunitarios aunque estos impliquen en ciertos casos el linchamiento y demás prácticas que el derecho internacional considera como violaciones a los derechos humanos? En contraparte, ¿puede exigírseles a los indígenas el respeto irrestricto a un sistema legal emanado de una constitución que a ellos jamás se les consulto y menos aún signaron (y generalmente también desconocen)? ¿Cuál sería una solución pacífica benéfica para ambas partes?

30 de mayo de 2009

¿Cuál es el objetivo de la sociedad mexicana?

Sin un acuerdo moral al interior de la sociedad su estado de derecho se vulnera. Así por ejemplo, en el sistema judicial, las penas se van volviendo absurdas a los ojos de la sociedad en la medida en que se van alejando de lo que esta considera como bueno y malo. Si no existe sentimiento de culpabilidad, las penas irán incluso pareciendo injustas, y la moral personal podrá tolerar el sistemático rompimiento del estado de derecho. La búsqueda de un acuerdo social sobre justicia es entonces la reforma primaria a la actual crisis del país.

John Rawls, teórico del derecho judicial, propone la permanente reconstrucción de la justicia con base en un acuerdo de respeto sin excepciones a derechos individuales. Reconoce la validez del contrato social rousseauniano, pero sólo en tanto que este parta del “estado natural” de la sociedad.

Dicho estado consiste en un conjunto de circunstancias bajo las cuales los integrantes de la sociedad hacen un acuerdo de igualdad sin saber su papel concreto a jugar dentro de esta. Se trata de una especie de acuerdo justo a ciegas, en el cual no saben qué posición ocuparán en el tablero una vez iniciado el juego.

Esa condición de estado natural sirve para cerrar las puertas a la posibilidad de que una autoridad o un sector de la sociedad permitan a algún miembro de esta violar el acuerdo sólo por simpatizar ideológicamente con el infractor –o simplemente porque su moral individual no lo juzgue como malo.

El siguiente paso consiste en fijar el objetivo prioritario que la sociedad persigue: ¿consiste este en la maximización de los ingresos? En cuyo caso estaríamos ante una justicia utilitarista; ¿o más bien consiste en mejorar la distribución de los ingresos? ello nos colocaría dentro de una justicia igualitaria; ¿o lograr la estabilidad en los ingresos? eso sería una justicia conservadora; ¿el perfeccionamiento cultural y humanístico? eso sería justicia perfeccionista; ¿alcanzar la felicidad? ello nos situaría dentro de una justicia hedonista; ¿gozar del máximo posible de placeres? orientando a la sociedad hacia el eudemonismo.

Muchos países lo han definido, por lo que sus sistemas judiciales y éticos han ido alineándose de una manera coherente. Explicado por los excesos del absolutismo de los siglos previos, Francia, desde el siglo XIX, decidió basarse en la igualdad; Inglaterra se basa en la libertad individualista; los EUA en la libertad igualitarista; Alemania en el perfeccionismo progresista. Para definir consistentemente nuestro proyecto de país ¿qué objetivo debería perseguir prioritariamente la sociedad mexicana?

25 de mayo de 2009

Refundación Económica

Me parece poco comprensible que el gobierno mexicano no haya aún implementado las medidas económicas de fondo para evitar el ahondamiento de la crisis actual. En parte, dicha crisis se deriva de la crisis mundial, acentuada por el reciente brote de Influenza humana A/H1N1. Por otra parte, esta es una crisis anunciada desde hace mucho tiempo debido al alto riesgo que implica la actual alta dependencia de la economía mexicana de la de los EUA. A este respecto, muchos diseñadores de políticas públicas del país durante los años 40’s y 50’s ya advertían del enorme riesgo que una orientación demasiado ligada a ese país implicaba: si militar y políticamente la presencia de los EUA ya era asimétrica, no había entonces por qué extender esa asimetría a la esfera económica.

Los planeadores de políticas públicas mexicanos de los 80’s y 90’s no lo creyeron así y apostaron por reforzar esa asimetría. Aún cuando lo anterior tiene la lógica económica de aprovechar las ventajas comparativas y competitivas que el comerciar con un mercado vecino tan complementario y vasto como el de los EUA implica, ello también implica, como actualmente sucede, el riesgo de absorber negativamente los choques externos provenientes de los vaivenes del vecino.

Recientemente la Secretaría de Hacienda y Crédito Público anunció su pronóstico de crecimiento económico para México: -4.8%. Dada la tasa media de crecimiento demográfico en México del 1.1% anual, el crecimiento del PIB per cápita se aproximaría entonces al -6%. Ahora, para mitigar los efectos negativos de ese decrecimiento económico, el gobierno se ha concentrado más en el discurso que en medidas tangibles. No obstante, no son los discursos sino los actos materializados de la autoridad los que influyen las expectativas y decisiones de los actores económicos. Así, el Plan Nacional de Infraestructura anunciado en 2008 en poco alteró las decisiones privadas debido a que las inversiones programadas para el actual sexenio son casi las mismas que las propuestas antes del advenimiento de la crisis.

Algo similar pasa con el Acuerdo Nacional a favor de la Economía Familiar y el Empleo, presentado el 7 de enero, en el que se presentan soluciones que no servirán de mucho ante la magnitud del decrecimiento económico. Dicho acuerdo presume un congelamiento de los precios de las gasolinas, cuando en realidad estos ya se encontraban en niveles superiores a los precios internacionales de referencia –por lo que su congelamiento ya era algo exógeno. También presume la reducción de tarifas eléctricas y de gas para empresas. Aun cuando lo anterior es entendible como mecanismo de contención de la inflación por el abaratamiento de insumos, esto no desacelerará el desempleo, pues la contracción del consumo mantiene deprimida la producción. El factor crítico de la economía no está ya en los insumos, sino en la baja demanda. Además, ese tipo de subsidios contribuye a aumentar el riesgo moral de las empresas al desincentivarlas para que hagan un uso energético más eficiente y, más aún, para que transiten hacia la adopción de energías renovables.

El gasto en esos subsidios a las empresas estaría mejor asignado si se destinara a un seguro de desempleo, a expandir la cobertura del IMSS y a una inversión integral en infraestructura. Tal como está en el acuerdo, el subsidio a tarifas eléctricas empresariales se traducirá en ahorro para la clase empresarial y no en reinversión y empleo; ello sólo generaría mayores inventarios. Aunque un mayor ahorro de la clase empresarial tal vez genere una mayor disponibilidad de liquidez, ésta no se traducirá en mayor inversión en tanto el consumo continúe deprimido, aumentando así la actual brecha de demanda.

Si, en cambio, el dinero se empleara en apoyar a los mexicanos en situaciones difíciles, se fortalecería el consumo privado y la demanda podrá reactivarse, reactivando la producción y el empleo. También debe redefinirse el Plan Nacional de Infraestructura, que hasta ahora consta de proyectos desarticulados de inversión de relativamente corta duración. Si sólo se ejecutan esos proyectos de corta duración, no se estarán generando empleos de forma sostenida, impidiendo la formación de una nueva generación de profesionales de la infraestructura productiva. Además, las inversiones corren el riesgo de perder empuje productivo en las regiones donde tienen lugar, impidiendo la formación de corredores productivos y ‘clusters’ tecnológicos.

¿Queremos desarrollar nuestra infraestructura portuaria para comerciar competitivamente con todo el globo o seguir dependiendo de la exportación de carga por tierra a prácticamente sólo los EUA? ¿Queremos crear nuestra propia industria aeronáutica o seguir esperanzados a las innovaciones de Airbus y Boeing? ¿Queremos desarrollar energías alternativas o sólo esperar a importar la solución?

La primera opción de cada una de esas interrogantes parece ser la obvia a elegir; pero su realización requiere enfrentar las actuales inercias, una renegociación del contrato vigente entre élites y entre éstas y las demás clases. En las conclusiones de los Foros Temáticos Nacionales y Regionales para enfrentar la crisis, a los que en enero convocó el CCE, pude presenciar el predominio de la acostumbrada petición de una mayor flexibilidad del mercado laboral y de mayores beneficios fiscales para evitar más despidos. Esto, sumado a lo hasta ahora poco audible de la voz de las demás organizaciones de la sociedad, sugiere que nuevamente las clases bajas serán las que pagarán innecesariamente los costos de esta crisis. Necesitamos entonces que la decisión gubernamental se esfuerce por escuchar y obedecer a los demás sectores de la sociedad, así como que se cuestione si sus soluciones económicas son realmente eficientes o si tan sólo son mecanismos para contener conflictos inmediatos.

[Esta entrada es una versión actualizada de mi artículo original publicado en El Universal el 5 de marzo de 2009]

18 de mayo de 2009

Fundación Pro-Acción para la Renovación, la Integración y el Progreso

"Cada pueblo tiene el gobierno que se merece", este es el tipo de frases que se vuelve constante en discusiones como la de este blog. Precisamente esta fue mencionada en dos comentarios de la anterior entrada. Por ser una frase tan trillada parece que ha ido perdiendo su significado entre nosotros. Sin embargo, se sigue ajustando a la realidad: No es que seamos malos y que por eso nos merezcamos lo peor; sino que mientras no seamos capaces de construir algo mejor, la consecuencia lógica de ese no-acto es continuar hundiéndose.

Quienes estamos concientes de la necesidad de la refundación a la que hago mención en las anteriores entradas somos quienes primero debemos organizarnos para llevarla a cabo.

Al respecto, no basta con refunfuñar. Eso es precisamente lo que refuerza la no-acción; de lo que el país está inundado. Los reclamos aislados se pierden en un enojo pasajero en alguna reunión con los amigos. Con simples rabietas, nuestras mayorías creen superar lo que está mal en el país; creen ser mejores por mentarle la madre al gobierno o a cualquier ente con un mínimo de autoridad. Esas actitudes refunfuñonas y pasivas, sin embargo, son lo que los mantienen en calidad de ciudadanos de tercera, estériles y pueriles. Peor aún quienes ni una opinión tienen al respecto. Propongo ponernos de acuerdo en el diseño del tipo de país que queremos.

Al respecto, varias personas me han propuesto que elaboremos una propuesta integral seria. Por eso he creado con ellos una Fundación. La hemos llamado Fundación Pro-Acción para la Renovación, la Integración y el Progreso, A.C., constituída ante Notario Público el 12 de mayo de 2009. Uno de sus principales objetivos es el de proponer antes de fin de este año nuestro propio proyecto de país. La puerta está abierta para quienes quieran sumarse al esfuerzo. Pueden hacerlo por medio del envío de propuestas concretas en el área en que crean que más puedan contribuir. Permanentemente estaremos revisando y discutiendo nuestras propuestas de forma tal que nos aseguremos de tomar las mejores acciones y con los métodos más oportunos. Con ello pasaremos a los actos lo antes posible, creando un fuerte movimiento que transformará al país.

30 de abril de 2009

La impostergable refundación moral y política de México

En su reciente visita a CEPAL, Fernando Savater señalaba enfáticamente que mientras la moral regula las relaciones de los individuos, la política regula el funcionamiento de las instituciones, siendo una reflejo de la otra. Creo que en México ambas están en decadencia. Aquí debemos distinguir entre la moral que regula las relaciones al interior de la familia y amigos, que podemos llamar moral familiar; y la moral cívica, que regula la interacción del individuo con el resto de la sociedad. Mientras la primera se inculca en el seno familiar, la segunda es una construcción producto de, principalmente, la educación institucional, la religión, el trabajo, y –más recientemente- los medios de comunicación. En otros escritos he criticado ya el papel de la decadencia de la moral cívica; por eso en este me concentraré más en la decadencia de la moral familiar.

Como en la casi totalidad de países del globo, la moral familiar en México se encuentra en un estado indefinido. Los juicios de valor sobre los límites entre lo correcto y lo indebido, las aspiraciones justas y los abusos, el respeto, etc., se encuentran sumamente difusos. Desde mediados del siglo pasado, la crisis mundial de valores entró de súbito y ha habido poco tiempo para el ajuste.

A contracorriente de oriente, en la mayoría de las religiones de occidente se ha reducido notablemente el número de sus practicantes. Ello les ha prácticamente reducido autoridad para, entre otras cosas, dictar directrices de moral familiar. En nuestro caso, la propagación del agnosticismo occidental inició con la reforma luterana, rompiendo el monolito católico en Europa. El protestantismo modificó la forma en que los individuos se veían a sí mismos, en la forma en que se relacionaban con su familia, con el otro y con la divinidad. Dejaron de verse a sí mismos como pecadores innatos; en los países donde el protestantismo predominó, los individuos comenzaron a relacionarse con su familia de una forma menos jerárquica y se eliminó a muchos intermediarios de su relación con lo divino. Por su parte, el catolicismo conservó su esencia hasta nuestros días.

Sin embargo, actualmente el agnosticismo avanza a pasos agigantados tanto en el mundo protestante como en el católico. Los EUA, no obstante, lograron insertar sus valores fundacionales en sus instituciones. Por eso para ellos el abandono de la fe religiosa no implica necesariamente la decadencia de su Estado. En nuestro caso sí es más preocupante, porque los pocos elementos rescatables del catolicismo parecen estar perdiéndose sin haberse antes impregnado exitosamente en nuestras instituciones.



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El tránsito del milenario orden religioso a uno secular es aún muy reciente en México. Aunque inició a mediados del siglo XIX, este sólo se ha generalizado hasta, grosso modo, las últimas tres décadas. El cambio desencadenado por esta transición ha modificado hasta lo más íntimo del individuo; mientras que en el orden religioso los individuos perseguían una comunión con Dios, en el orden secular la búsqueda de una comunión ha dejado de situarse en el centro del interés individual de las mayorías. La modernidad ha ido llenando ese vacío con el materialismo consumista, en donde cuestionamientos como el fin de la vida se han pospuesto. No obstante, para muchos, ese vacío parece no llenarse del todo por esos medios. La necesidad de establecer una comunión con algo por encima de nuestra existencia está desembocando en la actual tendencia a la comunión del hombre con los demás hombres, punto de partida del posmodernismo. Ello ha llevado a la concepción de formas que, emancipadas de las religiones -como en Nietsche- o con base en la rebelión metafísica -como en Camus-, han propuesto la creación ideal de formas superiores de organización humana. Sin embargo, esos planteamientos, por lo ambicioso del grado de conciencia que del hombre común exigen, siguen incubándose en paralelo a la modernidad. Así, en sociedades en donde las relaciones humanas se han deteriorado demasiado, el hombre posmoderno tiende a angustiarse ante la imposibilidad del entendimiento con los demás, surgiendo entonces contradicciones en los códigos morales entre uno y otro. Ambos, desposeídos de una guía moral religiosa, pretenden construir cosas distintas: el hombre moderno aspira principalmente a maximizar su acceso a bienes materiales; el posmoderno a mejorar su entendimiento. Esta divergencia de actitudes dificulta el establecimiento de un código moral convergente.



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La moral familiar mexicana actual está tan relajada, que narcotraficantes, defraudadores, nepotistas y, sobretodo, nepóticos, son respetados y admirados. No existe una condena abierta al interior de sus familias, de sus parientes o de sus amigos; por el contrario, estos en su mayoría se convierten en sus aduladores, esperando que les hagan partícipes de sus ganancias aunque estas impliquen la traición, el robo y/o el asesinato. También es común ver en la sociedad mexicana –de todas las clases-, la incitación a robar por parte incluso de esposas codiciosas. Así, el incentivo para delinquir proviene de todas partes, dando al crimen incluso un origen íntimo. La demanda de trofeos materiales a toda costa para demostrar al círculo social que no se es un perdedor complementa casi simétricamente este proceso de naturalización del crimen.

La falta de oportunidades para triunfar lícitamente es lo que ha abierto cada vez más la puerta al crimen. Aunque, en lo individual, algunas de esas formas de criminalidad pueden llegar incluso a ser comprensibles, nunca deben llegar a ser justificables por un colectivo –y menos aún, perdonables -como de facto sucede actualmente en México. Aquí encontramos esas usuales contraposiciones entre intereses de individuos y familias, y el interés colectivo. Para ello están las leyes. Sin embargo, la aplicación del estado de derecho, que busca resolver esa contraposición de intereses, es demasiado laxa en este país. Leyendo la prensa mundial uno observa que si bien el crimen en sus diferentes formas tiene lugar en todos sus modos y magnitudes en prácticamente todo el planeta, en México ello además se retroalimenta de la enorme impunidad. Esa abierta impunidad no es exclusiva de México; también se observa en países como Guatemala, Haití, Nigeria, etc. En todos los casos, países estos en un proceso franco de retroceso generalizado. La falta de penalización y consecuencias ante el crimen en países como México es, entonces, la colectivización de la falta de condena familiar.



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Ahora quiero entrar al terreno de lo público, del funcionamiento de la política. Para los antiguos griegos, el ejercicio de la política era un deber que los mayores de edad debían ejercer; debían vigilar que la moral que construían día a día en sus vidas personales fuera expuesta al debate público para ir perfeccionando las instituciones. Las argumentaciones expuestas en el Ágora llegaban a ser verdaderos discursos de orgullo provocado por la rectitud personal, con aspiración a reproducirse en la vida pública. En el caso de la política mexicana ello suele ocurrir al revés; se alardea, en privado eso sí, de lo chingón que se es por brincarse a todos. Así, vileza, falta de escrúpulos, egoísmo y cerrazón son transmitidos a la vida pública; los pocos actos respetables que cada vez más rara vez se observan son apabullados por la fuerza de la inmoralidad extrema. El reto está en lograr que la gente con una moral más recta participe en la política; si ellos se abstienen, otro menos recto ocupará su lugar.

La impunidad está llevando al país a ser cada vez un lugar más inseguro. En un artículo periodístico que publiqué en El Universal el 20 de septiembre de 2008, criticaba el papel que la corrupción y la impunidad jugaron para amplificar los impactos negativos del terremoto de 1985; de haberse dado cumplimiento a los códigos de construcción, gran parte de la tragedia no hubiera tenido lugar. Nuevamente, los culpables no fueron llamados a cuentas. Si hoy tuviera lugar un terremoto con las mismas características, muy probablemente la tragedia tendría lugar incluso a escalas mayores.

El azote del narcotráfico en el país también es consecuencia de la corrupción impune a todos los niveles. El abastecimiento de armas tiene su origen en la enorme red de corrupción formada por los administradores aduanales del país durante, principalmente, la anterior administración. Ellos, en su mayoría, también son co-responsables de la actual crisis económica del país, pues al permitir el ingreso de flotas enteras de contrabando contribuyeron a la quiebra de varias industrias nacionales, aumentando el desempleo y aumentando con ello la presión sobre fuentes informales de ingresos. Creo que debería llamársele a juicio a cada uno de ellos.

Las impunidades históricas se han sistematizado y van en aumento: crímenes en el Movimiento Ferrocarrilero de 1958, en el Movimiento Estudiantil de 1968, en el Movimiento de Periodistas del 1971, Acteal, Atenco, APO, Lidia Cacho; Fraudes de banqueros al erario público como el FOBAPROA, desvío multimillonario de fondos en el Pemexgate, Violación de Paquetes Electorales en la Elección Presidencial del 2006 por parte del ejército mexicano –¡la única institución que se respetaba!-; Impunidades Comunes: Asaltos, Robos, Violaciones, Secuestros, Sobornos de Policías y Autoridades; Impunidad en el tráfico: Cruce de semáforos en rojo, No respeto de paso-cebras, etc. Mención aparte merecen los miles de contratos de obra pública que año con año se reparten entre compadres en los municipios, estados, secretarías de Estado, órganos desconcentrados y empresas paraestatales.



La realidad demanda desesperadamente la definición de una nueva nación, de un nuevo pacto al interior de y entre todas las familias para definir un mínimo común de principios morales para regular sus relaciones con base en el respeto y la honradez, para crear mecanismos permanentes de vigilancia a esos principios y para forzar la penalización tanto de los pequeños como de los grandes actos de corrupción. Aunque durante sus primeras décadas produjo grandes beneficios en todas las esferas de la vida nacional, el pacto actual nació viciado: no lo signaron los representantes legítimos de las distintas clases sociales y grupos económicos -sino los grandes ganadores de la revolución mexicana (obregonistas, callistas, cardenistas y carrancistas); las instituciones que creó, en su mayoría, son resultado de otro momento histórico -cuyos objetivos priorizaban la pacificación y la gobernabilidad. Necesitamos hacer por primera vez en nuestra historia un gran pacto que incluya a todos y un juramento entre todos para respetar y castigar estrictamente a quien lo viole. El primer gran paso consiste en la organización de la sociedad para definir el nuevo orden.

Santiago de Chile, 30 de abril de 2009

20 de marzo de 2009

La tradición anti-democrática mexicana (1a Parte): ¿un producto histórico?

Es difícil saber hacia dónde exactamente se dirige el país. Lo que en cambio no es tan difícil saber es que no va hacia la construcción de una verdadera democracia, tampoco a la edificación de una civilización, ni tampoco hacia un mayor nivel de bienestar nacional. La falta de democracia es el primer elemento que enumero porque es el de raíces más antiguas.

El suelo que hoy da forma a la República Mexicana nunca ha sido plenamente democrático. No lo era en tiempos de las civilizaciones precolombinas. Aunque estas, unas más que otras, destacaban en las ciencias, las artes y en su organización social, estaban erigidas sobre un orden jerárquico y autoritario. Parte de la explicación de por qué la conquista fue relativamente sencilla para la corona española radica en el hábito al orden jerárquico de los pobladores de estas regiones. Por su parte, la obsesión evangelizadora que en los españoles dejó la entonces recién reconquista de España complementa esa explicación. Así, ambos bloques de culturas tenían en común el hábito a los órdenes jerárquicos, autoritarios: del Huey Tlatoani y del rey; de la clase sacerdotal y de la iglesia católica; de la penitencia y la ofrenda.

Al cabo del siglo XVI, ambas tradiciones jerárquicas se habían prácticamente acoplado. España integró a criollos y, en menor medida, mestizos a la vida española, concediéndoles un trato jurídico y económico de iguales respecto de los habitantes de los reinos mismos de España; a los indígenas, por su parte, los asimiló por medio de la evangelización y la encomienda. Aunque estos últimos no gozaban de una movilidad social comparable a los primeros, su condición de dominados era tolerable comparada con la esclavitud que privó en las colonias inglesas, francesas u holandesas en otras latitudes.

Algo muy distinto sucedió con los pueblos de Aridoamérica, conquistados y prácticamente exterminados por los ingleses. Lo nómada de los pueblos indios del actual EUA inhibió el desarrollo de estructuras políticas más complejas que hubieran podido exponerse a un proceso de asimilación por parte del conquistador. A lo anterior se suma la ausencia de una misión evangelizadora por parte de los conquistadores ingleses, protestantes en su mayoría. Mientras los conquistadores católicos traían por misión el evangelizar al Nuevo Mundo –para así compensar la deserción católica en el centro y norte de Europa-, los protestantes traían una meta refundacionista. Estos últimos percibían al orden católico y sus instituciones como la causa prima de la decadencia económica y social europea. De ahí su interés no en asimilar a otros pueblos, sino en establecer un nuevo orden. Un nuevo orden que, aunque con una franca fe en Dios, basado en estructuras no teocráticas. De ahí su aversión al animismo amerindio.

Ahora bien, la independencia mexicana respecto de la corona española y la vida nacional del siglo XIX está cargada de demostraciones no de la conformación de una sociedad que se organiza de sus bases a sus élites y viceversa; tampoco se observa un proceso claro de lucha y negociación de clases. Si lo anterior pasó fue tan solo al inicio de los movimientos armados: fueron los que se reunieron la madrugada del 16 de septiembre de 1810 –en realidad siguiendo a la Guadalupana; o los que marcharon con Morelos al sacrificio; o hasta los indígenas que durante el mandato de Santa Ana incluso llegaron a levantarse defendiendo posturas conservadoras. Lo que al final lograron esos movimientos fue un reacomodo entre élites: mientras tanto, la implementación de la democracia y la integración de los grupos marginados al poder siguió posponiéndose.

Obsesionados por el refundacionismo puritano que exitosamente dio paso a los progresistas EUA, los liberales mexicanos del S. XIX se propusieron hacer lo propio construyendo una república. Para ello tuvieron que enfrentar el jerarquismo y el autoritarismo histórico propio de la amalgama de pueblos de los que se articuló este país. Siempre vale la pena preguntarse en este punto si no más bien valía la pena construir un orden basado en la realidad autoritaria para ir haciendo madurar a la sociedad hacia la democracia y sólo después de ello instaurar una república.

Aunque se obtuvieron enormes conquistas para que, al menos, el diseño del Estado mexicano transitara de Estado Feudal a preindustrial, los movimientos liberales del siglo XIX no modificaron el status quo de forma tal que se permitiera que el pueblo lograra gobernar. El Porfiriato es la consecuencia materializada de esa inercia.

Ciudad de México, 21 de marzo de 2009

La tradición anti-democrática mexicana (2a Parte): del porfiriato a los 1980's

La apuesta de Porfirio Díaz era clara y entendible: el progreso. Creía que primero se tenía que realizar una acumulación de capital considerable antes de empezar a redistribuir. En esto el positivismo, la teoría económica clásica y el materialismo dialéctico son interpretaciones complementarias de esa postura. Visto desde el paradigma económico predominante de la época (Marshall, Pigou, etc), el desarrollo económico no puede basarse en la atomización de la propiedad rural ni en la simple producción de materias primas, sino en la concentración de los medios de producción en manos innovadoras. Así, tierra, trabajo y capital debían alcanzar grandes escalas. Fallidamente, en el Porfiriato ello devino en latifundismo, esclavitud y usura, respectivamente. En su inicio, la apuesta de Díaz tenía no sólo una perfecta lógica económica, sino además la mejor de las intenciones. Sin embargo, la propiedad de los medios de producción fue tomada ya sea por hacendados, en uso de su tradición jerárquica, o de anglosajones, abiertamente respaldados por sus potencias. Por ello, Porfirio Díaz poco podía extraerles de solidaridad social hacia el país, haciendo que el tránsito a la generación del mercado interno tuviera que posponerse indefinidamente. Ese tránsito que nunca ocurrió hizo que su proyecto modernizador no sólo se estancara, sino que abortara por completo: tuvo que conformarse con la simple producción de materias primas y gobernar la concentración extrema de la riqueza. Esa trenzada estructura de élites del Porfiriato fue principalmente la que le impidió al Estado recaudar los impuestos suficientes para emprender una cruzada educativa y demás mecanismos que cerraran la brecha social. La falta de educación del pueblo mexicano era lo que, en el fondo y con razón, llevó a Díaz a considerar que México no estaba listo para la democracia. Los gobiernos posteriores a la revolución de 1910, y a pesar de la cruzada vasconcelista, tampoco elevaron al pueblo al nivel de ser capaces de vivir en democracia.

En los pocos enclaves del país en donde la educación posrevolucionaria se expandió con exitosos resultados a más amplios sectores del pueblo, surgieron demandas democratizadoras genuinas. Gracias a esa difusión educativa, entendieron los procesos revolucionarios del pasado como los escalones hacia la desconcentración del poder y el ascenso más generalizado del pueblo al poder. Ahí, el Estado reprimió. En momentos de la historia como en 1958 con el movimiento ferrocarrilero, en 1968 con el movimiento estudiantil, en 1971 con el movimiento periodista, en 1988 con el FCRN, hemos observado un sector del pueblo que creyó en la democracia. En sus movimientos ven su acto expiatorio; en su movilización su purificación. Similar a la frustración que la contraorden genera en cualquier adiestramiento, una resentida decepción se ha incubado en esos grupos.

La democratización de un pueblo no es, como ya hemos vivido en este país, el asignar presupuesto y estructura a instituciones. Es en realidad algo de lo que aún el país está muy lejos. El hecho de que sólo una minoría de este país esté lo suficientemente educada para aspirar a construir una democracia es lo que impide su realización. Por minoritarios, quienes están dispuestos a proponer democracia y transparencia reales, en el mejor de los casos, se quedan hablando solos; en casos peores son denunciados y condenados –casi siempre por sus mismos entusiastas correligionarios iniciales. Ese abandono que sufre la minoría conciente continuará mientras sean lo que son, minoría.

Ciudad de México, 21 de marzo de 2009

28 de febrero de 2009

La tradición anti-democrática mexicana (3a Parte): los 1990s y el retroceso institucional a partir del 2000

El resentimiento de quienes han, fallidamente, tratado de instaurar una democracia real se ha transmitido a las nuevas generaciones. Ello ha permitido la renovación de cuadros en pos de la democracia. Me parece que, aún con ello, en este país se sigue reproduciendo más rápidamente la masa que vive en la ignominia. Ello da razones para ser pesimistas respecto de la proliferación de una mejor sociedad en este país. La mala calidad de la educación básica está impidiendo que las filas de los sectores pro-democracia tampoco se engruesen. Con tan débil educación, el crimen ha encontrado campo fértil para tejer una enorme red. Alguien podrá decir que ello se debe no sólo a la deficiente educación de este pueblo, sino también a la crisis mundial de valores en que estamos inmersos. Sin embargo, si la crisis de valores es mundial –y no reciente, como puede observarse desde las obras de Camus, Sartre, etc.- ¿por qué los países europeos siguen avanzando en sus procesos civilizatorios mientras este país retrocede velozmente hacia el salvajismo? Entonces no podemos culpar tan sólo a esta crisis de valores.

Aquí llego a la parte más importante del mensaje que les quiero transmitir: el escenario más probable. No hay las condiciones para el arribo de la democracia. De las élites no puede venir: erróneamente, no visualizan conveniencia en ello. Aún si vieran que a la larga vivir en democracia es más conveniente incluso para ellos (porque tendrían acceso a un mercado de mayores ingresos, mejores bienes públicos, etc.) y decidieran apoyar procesos democráticos, anti-monopólicos, etc., también ellos se quedarían solos, pues el resto de la gente, al no visualizar la utilidad de la democracia ni estar dispuestos a cumplir lo que ella implica a todos los niveles en todas las esferas de su vida (respeto, legalidad, transparencia, estado de derecho, etc.), no actuarían para preservarla. Entonces más bien parecería una democracia forzada, cosa que no sobrevive por mucho. Por su indefensión, cualquiera la arrebata. Así, el IFE ciudadano de 1997, conquista de una minoría intelectual, fue arrebatado por los partidos en 2003, partidos que, en el fondo, reproducen los vicios de autoritarismo y corrupción de la clase dirigente del país. Al IFE de 1997 le faltó respaldo popular. En parte porque no supieron convocar ese cobijo. ¿O es que presentían que las mayorías no iban a entender su reclamo? Probablemente. Y es que la clase dirigente es, en el fondo, reflejo de la cultura predominante de un país. Tienen sus aspiraciones y sus tentaciones, en el caso de México, mediocres y voraces.

Ciudad de México, 21 de marzo de 2009

4 de febrero de 2009

Carta a Sara Sefchovich

Sara,

Acabo de verte en La Entrevista con Sarmiento. En la presentación ahí de [tu libro] El País de las Mentiras nos has dicho una gran cantidad de inmensas verdades.

Yo mismo me cuestiono día a día sobre cómo romper la cerrazón gubernamental para que escuchen -como tú lo has dicho- a los que sí saben; sobre cómo hacer para que el mexicano común se convierta en ciudadano; sobre cómo dar marcha atrás al actual proceso de salvajización por el que a veloces zancadas retrocede este pueblo.

Fuiste benévola al reconocer los avances recientes; yo aún siento que durante las últimas tres décadas por cada paso para adelante que se ha dado se han dado -como mínimo- tres para atrás, por ejemplo; sí ha habido mayor libertad de opinión pero (i) nos hemos empobrecido económica- y (ii) educativamente e (iii) inundado de armas.

Te confieso mi visión sombría: yo sí creo que hoy somos un peor pueblo que hace 30 años. Te confieso mi pesimismo: dudo mucho que esto cambie pronto. Te confieso mi esperanza: no hay que irnos sin dar una ejemplar batalla contra esta penosa inercia.

Con mi más profunda admiración,

Sergio Saldaña

Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 3 de febrero de 2009