1 de diciembre de 2013

La Juniorcracia Mexicana

Ser un junior que accede al poder no tiene nada de malo en sí, siempre y cuando ese acceso se haya dado en condiciones de igualdad democrática. No deben demeritarse el talento y capacidad que un individuo pueda tener tan sólo por ser descendiente de un ex-gobernante. Sin embargo, debemos recordar que México, en buena medida explicado por traumas históricos, está constituido como una República Representativa, Democrática, Laica y Federal (Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, Art. 40). Como República que es en su forma de gobierno, las características monárquicas de acceso al poder, como la herencia del trono, no pueden tener cabida en México. Sin embargo, en la práctica son cada vez más los arribos al poder en México de una forma muy parecida a un trono virreinal. Debemos recordar que la monarquía es algo contra lo que México ha luchado mucho a lo largo de su historia debido a las amargas consecuencias de injusticia que nos han acarreado. Estas monarquías, tanto las institucionalizadas -como el periodo colonial- así como las disfrazadas –como durante el Porfiriato- han desembocado en un tremendo resentimiento y a la postre en estallido social. México es una República Democrática en tanto que el poder emana del pueblo, y no de ex-gobernadores, como en la práctica sucede con los descendientes directos de ex-gobernadores, pues su llegada al poder no se la deben al pueblo, sino a su familia, por lo que terminan gobernando en beneficio de esta y de sus aliados. México es una República Representativa en tanto el poder no es ejercido de manera soberana por una sola persona, sino de manera compartida por medio de la representación del pueblo y del Estado por medio de tres poderes. En la práctica, sin embargo, en muchos estados de la república el gobernador es un soberano y los poderes locales están encabezados por sus personas de confianza, dando paso a la generación de una burocracia que más bien se comporta como una corte obediente, servil, que a lo más que aspira es a murmurar sobre los excesos del soberano, y que en casos extremos se limitan a refunfuñar pero con un miedo tan grande que no les permite alzar la voz. Esta sumisión es la que facilita que el ascenso de los juniors al poder se haga de una manera tan natural, que acaba por hacerle sentir al pueblo que incluso lo tienen merecidísimo. Como en los regímenes autoritarios, son raras las voces que cuestionan lo anterior por parte de miembros de esta sociedad. El Pueblo de México debe defender su Constitución Política. Lo anterior se hace por medio de algo conocido como Agenda Ciudadana. La Agenda Ciudadana contempla un sistema de premios y castigos a actores políticos en función de su cumplimiento con los preceptos de nuestra Carta Magna. La responsabilidad de que tantos juniors lleguen al poder la tienen los partidos políticos, cuyas dirigencias suelen conceder las candidaturas debido a que ellos mismos, por lo general, son elegidos por intercesión de ex-gobernantes. Esto podría evitarse si lograramos imponer candados a los partidos poíticos para la postulación de este tipo de candidaturas. Una forma de lograrlo sería fiscalizando la fabricación de méritos políticos y profesionales a hijos de ex-gobernantes (ex-gobernadores y ex-miembros altos de los tres poderes -secretarios de estado, senadores y ministros de la SCJN). Así, podrían postularse solamente los juniors que en efecto tengan grandes méritos -pues prohibirselo contradiría al artículo 35 constitucional, que garantiza la prerrogativa de todo ciudadano mexicano de votar y ser votado.

(También véase mi columna en el Diario Contrapoder en Chiapas La Juniorcracia chiapaneca)

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