(Reproducido de mi columna en Sin Embargo del 12 de enero de 2016)
Hay fuertes indicios de que compraron la Presidencia de la República 
con dinero robado al Pueblo por sus gobernadores y probablemente también
 con dinero de organizaciones criminales. Hay fuertes indicios de que 
con el dinero de todos los mexicanos después compraron al Partido Acción
 Nacional (PAN) para entregar el petróleo de la Nación a extranjeros a 
cambio de más sobornos.
Hay fuertes indicios de que recibieron mansiones
 como propinas a sus adjudicaciones amañadas de obra. Luego encarcelaron
 a gente de campo sólo por defenderse de criminales. Hay fuertes 
indicios de que mandaron al Ejército a darnos el mensaje a todos los 
mexicanos de que no debemos cuestionarlos: por medio de un cobarde 
“castigo ejemplar” a los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa. Y hay
 fuertes indicios de que quieren hacer más, porque parece que lo quieren
 todo… pero la sociedad mexicana ya les contestó.
Les contestó que los queremos fuera porque hoy, aunque quieran, ya no
 tienen el respeto de nadie en este país; aunque quieran ya no engañan a
 nadie con que están investigando; aunque no quieran, nadie les cree que
 la reaprehensión de Joaquín Guzmán Loera haya sido real –la vox populi
 sospecha que fue una captura pactada; aunque quieran ni sus 
subordinados les aplauden y hasta los critican por redes sociales; 
aunque quieran ni los empresarios de este país confían en ellos; aunque 
quieran no hay periódico ni revista prestigiosa en el mundo que quiera 
darles una buena nota.
Aunque quieran no hay organización internacional 
seria que se atreva a elogiarlos; aunque quieran ya no pueden 
desmantelar a los cárteles de la droga porque hay fuertes indicios de 
que en sus mandos policiacos y militares tienen repartidas cuotas al 
crimen; aunque no quieran ya perdieron la poca legitimidad que los 
sostenía; aunque no quieran, sus mandos militares y policiacos son 
reiteradamente acusados de ser déspotas violadores de derechos de sus 
subordinados pero sumisos cual corderito con los narcos, lo que les ha 
merecido el odio de su tropa.
Aunque no quieran, el Presidente, su 
gabinete, sus legisladores, sus gobernadores, sus generales, sus 
mujeres, sus ministros, sus dueños de medios, sus magistrados, sus 
jueces, su farándula, sus consejeros y toda su corte de aduladores, ya 
perdieron el poder.
Ya perdieron el poder porque aunque quieren muchas cosas no las 
pueden tener; esa es la esencia misma de la ausencia de poder. Ya 
perdieron el poder porque ya no pueden hacer Justicia ni disponiendo de 
todo el dinero del erario. Ya perdieron el poder porque, ni con todas 
las armas de su Ejército, no pueden cambiar el pasado reciente que los 
hace imperdonables. Ya perdieron el poder porque no pueden, ni con toda 
la publicidad que pagan, quitarle de la mente a su Pueblo de que 
mienten.
Ya perdieron el poder porque no pueden ni convencer a sus 
propios diplomáticos para que salgan a convencer al mundo de que este 
gobierno es digno de respeto. Ya perdieron el poder porque, siguiendo a 
Rousseau, el poder público que ejerce el Estado se sostiene de un 
intangible acto de confianza colectiva depositado en un determinado 
grupo de personas… y hoy esa confianza está rota.
 
